Dustin LaValley
Traducción de María Ramos Salgado
-Dimensiones Ocultas-

En su oscura trayectoria Dimensiones Ocultas ha procurado conservar intacta su capacidad para no producir dos obras sumamente similares: su catálogo es una generosa muestra de propuestas alineadas solo desde las claves literarias básicas que deben cimentar una línea editorial: después son libres y vuelan con la cabeza alta todas y cada una de ellas. Así las cosas, efectivamente, faltaba una H/ARMED en el expositor: una novela de prominencia lúdica, tan seductora para los amantes de películas como El gran torneo o La isla de los condenados, incluso de videojuegos como Manhunt desde la perspectiva del “director”.
El código QR que contiene la playlist completa de cuantas canciones se suceden en la masacre del Muertemercado es uno de esos extras que te hacen flipar mientras lees cada paso de esta locura cruenta. Una locura maravillosa que no sería posible sin una de las más impresionantes labores de traducción que hayamos digerido jamás: el trabajo de María Ramos Salgado es extraterrestre. Más allá de un par de notas al pie específicas empleadas para esclarecer elementos o realidades socioculturales muy marcados del contexto original que la inmensa mayoría de los lectores periféricos necesitan para poder contar con toda la información, el resultado global desentraña una dificultad -por estilo, por léxico, por ritmo, por imaginario- que ha debido ser una bomba de relojería para la profesional de la conversión. Y cómo triunfa. Cómo somete el texto de LaValley hasta hacerlo suyo -desde el traslado del humor gráfico hasta la conservación patrimonial de la sociocultura vertida por el autor, pasando, por supuesto, por la brutal originalidad incorporada en los nombres de los personajes, matices descriptivos y tono entregado al hermoso caos que riega esas páginas. Música, palabra y arte es esta edición de H/ARMED con una increíble Suspiria a los mandos de la estética: un día más para la tremenda artista, que en esta ocasión extrae del grupo de Las Florecillas la semilla para su espectacular cubierta. ¿Pero quiénes son Las Florecillas? Cogemos la bata blanca, para mancharla de rojo, y comenzamos a destripar la novela.
“Bienvenidos al Muertemercado” nos anuncia antes que nada la amalgama de equipos y participantes sumidos en esta salvaje aventura por la supervivencia: como una selección de personajes antes de comenzar el juego. Le sucede un deliciosamente filosófico Prólogo, donde confundimos narrador y director, en mitad de una voz de niebla que nos estremece por su pensamiento acerca de la humanidad desde su prisma más sociológico.
Son cincuenta cortes -sí, cortes, no capítulos, acaso cincuenta tomas o secuencias, pero tampoco escenas. Insistimos en el concepto cortes, tan apropiado para el terreno que nos ha sido diseñado-. 50 cortes para 40 participantes dispuestos en 10 grupos de 4, participantes presentados indirectamente afuera, previamente a lo previo: 1 presenta la llegada de Estes, 2 la de Cadena Perpetua, 3 la de Espina y 4 cuatro la de Reina del Gimnasio (respectivamente integrantes de los grupos: Los Currantes, Los Encadenados, Las Florecillas y Las Machotas), todos ellos capitales en lo que va a acontecer dentro del campo de batalla revestido de centro comercial.
Como una fuente de deidad negra, la megafonía saluda en el 5: emerge la voz del director, que realiza una introducción muy épica, a la altura de las expectativas y del mismísimo juego macabro. 6 anticipa sutilmente el primer conato de acción y nos presenta a uno de los dúos principales de la trama: Ciervo y Cierva. Explicadas las normas (matar o morir, hacer de la sección habitada la gran vía de abastecimiento y dar espectáculo a los espectadores), el director recorre espacios y figuras presentando, desde los Pulgares Tiesos, a los forzosamente implicados en la carnicería, que comienzan a pertrecharse, dando lugar a que brote a borbotones uno de los ingredientes superiores de la narración: el humor -que acoge en sus brazos paternales a sus hijos la burla, el chiste, la sátira, el estereotipo…-.
El corte 15 (inclusive) determina el final de ese recorrido informativo con la presentación de Los Encadenados, un recorrido que en sí mismo causa la risa del lector hasta en sus transiciones: el salto de Las Machotas a Las Florecillas es una genialidad. El 16 recoge el último discurso del director sobre la seguridad, las intenciones, el show que requiere la función preparada, el premio del vehículo libre para quienes queden vivos y salgan libres (conecta con aquellas llegadas de los cuatro primeros líderes, las cuales, por cierto, son otra demostración fabulosa del talento descriptivo de LaValley -y del brillante trabajo de Ramos Salgado-).
Abrumados por la ingente cantidad de música que orquesta la acción, en el 17 estalla la batalla -dense cuenta de que ya llevamos casi “medio libro”, lo cual refleja un sentido magnífico del equilibrio y juguetea con el lector desde el principio, pues nos encontramos ansiosos por ver volar tripas y rodar cabezas, sin embargo LaValley contempla la pausa y eso nos excita mucho más ((más allá de su sublime dedicación a la explicación detallada de quiénes, dónde, cómo y por qué))-.
Aunamos música y estructura para ilustrar las diversas formas de manejar los diferentes cortes: se dedican “capítulos” breves al mero recambio progresivo de canción a canción (debemos destacar el especial gusto por Clutch), en ocasiones con comentarios del director, que no deja pasar un segundo de silencio si hay algo que no le satisface, llegando a aventar interrupciones bruscas, magistralmente insertadas en la natural cadencia narrativa. Ese binomio “Interrupción – Continuación” pertenece a un modo muy peculiar de trabajar la dimensión literaria del conjunto. En este ámbito también tienen cabida los cortes que arrancan, sucesivos, paralelamente, bajo la primera línea “Mientras tanto…”. El dominio del aparato narrativo, visual y técnico es una puta fantasía perfectamente proyectada por LaValley.
Alcanzamos el final y lo primero que se te queda en la boca es un trozo de “espera más chicha, un gran clímax que no llega…” pero al instante te sacude una ventisca de conciencia: esa supuesta carencia hace justicia a las propias normas del juego, sin excesos, y eso, queridas gentes lectoras, lo convierte paradójicamente en algo muy imprevisible. No le falta nada, como no le sobra nada. Visualmente es una delicia: un no parar de adrenalina y vértigo, una película escrita, un artefacto creativo brutal, inimitable (sí: el vamos a hacer algo así jeje qué divertido NO sale bien, no funciona, no puede lograr la magia ni la armonía que emana la pluma de LaValley). Estamos ante un muy buen libro destinado a abrazar hasta sangrar uno de los objetivos centrales de la Literatura, por momentos relegado a la sombra: entretener. Se mueve entre gotas de genialidad -desde los nombres de grupos y personajes (ojo con Menta Poleo) hasta escenas tan sádicas como artesanales (el azotamiento perpetrado por Reina del Gimnasio a su primera víctima)- que salpican de violencia el manto de papel que arrugamos con cada torsión de página.
Se suceden las batallas colectivas e individuales a bordo de la hipérbole más extasiada de poderío y enajenación. Inauguran victoria Los Encadenados y Las Machotas. En la primera se eleva originalmente una de las magnánimas figuras de la obra: Porro, culpable de algunos de los picos de humor más sonoros de la historia. La potencia de los combates -o las palizas- no logra opacar la lucidez de algunos miembros de esta pequeña guerra desatada entre machetes, destornilladores y trucos tan sucios como memorables como efectivos.
Las interesantes mezclas de grupos, que avanzan hacia el extremo de la fusión casi homogeneizante, la infiltración -amistosa o no grata- de algún foráneo y la interrelación tejida desde el corazón -y la carne- de ciertos personajes confecciona un mosaico muy disfrutable, que nos ofrece un buen surtido de posibilidades sin bajar ni una milésima el ritmo desatado que impone la constante mortal.
De entre toda esa masa humana emergen varias cabezas a destacar: Lirio, Porro, Reina del Gimnasio o Estes son algunas de ellas, capaces de protagonizar por sí mismas determinados puntos de inflexión de la trama y forjar con sus manos el argumento que arrolla al resto. Un arma especial, un bloodbath al estilo Blade y el histrionismo del director, que se inquieta soberanamente conforme se gestiona una suerte de motín y rebelión, dotan de ese carácter tan marcadamente entretenido a la paulatina finalización del espectáculo, que hallará en un grupo de participantes los últimos antagonistas de la historia y deslizará una conclusión muy afable para el lector (que incluso se siente satisfecho por la elección de los supervivientes).
H/ARMED ha sido una de las lecturas más rápidas que recordamos en todo este tiempo dedicado a nuestra casa altavocista. No se lee, se devora. La prosa de Dustin LaValley es una cascada de imágenes hiperrealistas que se clavan en las pupilas conforme avanza la cámara, siempre al hombro, siempre a la carrera. Las virtudes de todas las manos implicadas en la publicación de Dimensiones Ocultas patrocinan una recepción tan cómoda que da miedo lo poco que te dura. Aconsejamos la relectura una vez aplacado el tórax y conocidos los puntos de calor: da de sobra para regresar, repasar diseño de personajes, jugar a enlazar causas y consecuencias y autorregalarnos una panorámica mucho más nítida, que significará una segunda vida dedicada al placer de palpar la minuciosidad y el cuidado. H/ARMED es lo que es: una bomba inolvidable.
Altavoz Cultural
ENTREVISTA A MARÍA RAMOS SALGADO

Bienvenida a Altavoz, querida María. ¿Cómo ha sido, desde una perspectiva panorámica, tu experiencia profesional con el texto de Dustin LaValley hasta su conversión definitiva en H/ARMED para el público hispanohablante?
¡Muchas gracias! Lo que puedo destacar, sin duda, de la experiencia de traducir H/ARMED: Carnicería en el hipermercado es todo lo que he aprendido, tanto sobre el género del terror gore como de la cadena de producción literaria. Es una obra que se ha mimado en todos los pasos de su concepción, y estoy convencida de que el público lector lo va a poder disfrutar.
¿Qué rasgos destacarías del original de Dustin LaValley como lectora, primero, y como profesional de la traducción, después?
Este es un libro muy rápido, muy directo, con mucha acción. Tiene un punto de sátira y de crítica social que creo que no hay que obviar, y le da más profundidad a la obra. A raíz de eso, me gusta, como lectora, que se pueden hacer dos lecturas paralelas de H/ARMED: se puede disfrutar sencillamente de la acción bruta, de las imágenes violentas, de la caricaturización de los personajes, o se puede aprovechar también para ir un poco más allá y reflexionar sobre la sociedad, la obediencia, las masas. Como traductora, mi cometido es que, en castellano, se pueda seguir manteniendo esa dualidad: no puedo dejar pasar el mensaje, pero tiene que ser un libro entretenido y brutal. Tengo que tener siempre en mente cuál es el objetivo del libro, qué es lo que pretende ser: esa es mi brújula en todo momento, un norte que no puedo perder.
¿Podrías contarnos por favor cómo es tu proceso de trabajo, digamos, estándar, y qué pequeñas diferencias en tal caso has debido introducir en él para la labor volcada sobre H/ARMED?
Cuando se trata de traducir, para mí uno de los aspectos más importantes es el tiempo: con un buen plazo se logra una buena traducción. Hay traductores que leen todo el libro antes de empezar a trabajar, hay otros que prefieren traducir sobre la marcha; todo tiene sus ventajas y desventajas.
A mí me gusta quedarme en un punto intermedio, sobre todo cuando se trata de un libro largo o de un género que me es más desconocido: me leo la mitad del libro, para ir analizando cuáles creo que van a ser las dificultades a las que me voy a enfrentar (cuestiones de léxico, de fraseología, de citas, de fragmentos en verso, de referencias culturales, de descripciones, etc.). Después, empiezo a traducir, porque con las manos en la masa es cuando descubro los verdaderos escollos de la obra: siempre hay cosas que una piensa que van a ser difíciles y al enfrentarse a ellas se solucionan sin problema, y viceversa.
Cuando ya he traducido hasta el punto en el que paré de leer, tengo mucho más claro en qué me tengo que fijar en la segunda mitad, y repito el proceso. Este método me resulta muy práctico, porque consigo mantener la sorpresa ante el desarrollo de la obra que tiene que tener el lector, pero al mismo tiempo voy pisando sobre seguro. Una vez traducida toda la obra, mi trabajo no ha terminado. Me gusta que pasen unos días, para que mi mente se aleje del texto, y, cumplido ese tiempo de reposo, releo lo escrito y resuelvo cuestiones que hubieran quedado en el aire. Siempre que hago una traducción voy documentando todo mi proceso en una libreta en papel: anoto mis dudas, las cuestiones que quiero revisar o unificar al final, datos interesantes que haya aprendido y que me puedan servir más adelante, mi avance para asegurarme de que calculo bien los tiempos para la entrega, etc. Por eso insisto en que el plazo, el tiempo de trabajo, es muy importante en una traducción.
Y eso es precisamente lo que he tenido con H/ARMED: he tenido plazo para trabajar con mi método, para ser exhaustiva, para limar detalles, etc. Es una obra que destaca por sus escenas violentas, y una de mis preocupaciones al leer el libro era que necesitaba transportarlas al castellano y que se siguiera comprendiendo con detalle qué pasaba. ¿Ese brazo de quién es?, ¿por dónde sale ese cuchillo?, ¿quién ha golpeado a quién y dónde?, ¿cómo ha caído al suelo para que después ocurra esta otra cosa? Me he ayudado mucho de hacer dibujos en la libreta para imaginarme bien las escenas, y he de agradecer a mi marido que se prestara a hacer representaciones teatrales.
Volviendo a mi método, esta dificultad del texto era una que preveía; una que descubrí cuando ya estaba traduciendo era la cantidad de términos relativos a la mecánica. Quizá porque es un tema que no me apasiona especialmente, durante la lectura no reparé mucho en ellos y sencillamente los iba subrayando, porque me hacía una idea general del tipo de coche o arma que se mencionaba, por ejemplo. Pero a la hora de traducir no puedo hacer lo mismo, por lo que hubo mucha investigación sobre funcionamiento de escopetas, tipos de suspensión y muchos otros conceptos que fui descubriendo y me he esforzado en reflejar con fidelidad. Es muy importante tener cuidado con lo que se sabe que no se sabe: ahí está el peligro.
Un último detalle de H/ARMED que quiero destacar es la dificultad para traducir el título, que es un juego de palabras. Me devané los sesos con muchas opciones, intentando mantener la idea original, pero no llegaba a nada que me convenciera. Al final opté por alejarme un poco más de las palabras concretas y centrarme más en la historia: se me ocurrió Carnicería en el hipermercado, que creo que mantiene el sentido bruto del libro y mete un juego de palabras divertido. Al final Roberto, el editor, decidió dejar el título original en la cubierta y llevar a la parte trasera del libro el título que yo propuse, por cuestiones de espacio. Me lo pasé muy bien, la verdad, fue un trabajo entretenido.
¿Cómo te has sentido respecto del género de la obra en cuanto a las escenas evocadas, la necesidad de un léxico muy potente, visual, también en cuanto a ese sentido de responsabilidad de lograr producir el mismo horror, el mismo asco y la misma crudeza con tus propias palabras? ¿Qué experiencias previas y/o qué cualidades particulares de tu formación dirías que han contribuido especialmente al desarrollo de tu texto en este marco tan concreto?
Para mí, H/ARMED ha sido todo un reto porque soy muy miedosa. También creo que eso ha contribuido a que mi trabajo fuera muy profesional: me dije que si me metía mucho en el texto y sus particularidades, les quitaría peso a las escenas, y así fue. Efectivamente, lo más importante en esta obra era no perder la crudeza, no quedarse a medias, no decir menos de lo que dice el autor. Algo que me ha ayudado ha sido que soy muy detallista, muy quisquillosa: si algo no me gusta, sé que voy a acabar cambiándolo. En mi traducción anterior, Cumbres borrascosas, también había escenas muy duras, muy oscuras, con muchos detalles; aunque sea un estilo completamente distinto, también me ha ayudado a ver que después de traducir ciertas cosas tengo que parar, descansar, desconectar.
A las escenas les fui dando vueltas, vueltas y más vueltas, hasta que encontraba la palabra precisa. Fue un poco como hacer un guiso sin receta pero que sabes cómo quieres que sepa: vas echando un poco más de sal, le quitas el laurel, le pones más agua, hasta que te convence el sabor. Y, una vez más, es importante no perder el norte: hay que saber qué estás traduciendo, cuál es el objetivo de la obra, quién lo va a leer. Hay que saber para quién estás cocinando tu guiso literario.
Juguemos antes de despedirnos: ¿qué personaje o, al menos, qué grupo de cuantos componen la batalla del muertemercado te genera más empatía o gusto personal? ¿Qué sección sería tu predilecta si formaras parte de esa ficción?
Les tengo especial cariño a las Ratas de Laboratorio; creo que merecían otro final. ¡No desvelaré más! Y Porro es mi personaje favorito, el más divertido, sin duda. En cuando a mí… Mucho me temo que mi futuro sería muy negro en ese panorama. Seguramente me escondería en la sala de revelado del estudio de fotografía, con una buena cantidad de bollos. ¡Bastante me ha costado traducir las escenas, como para tener que vivirlas! Soy consciente de que no saldría con vida, pero al menos me comería un par de napolitanas y no vería nada hasta el final. Soy muy cobarde.
¿Cómo valoras la actualidad del panorama literario en cuanto a la relación entre editoriales y profesionales de la traducción, especialmente en torno a la literatura de género? ¿Qué consideras que le aporta a dicho panorama la publicación de H/ARMED por parte de Dimensiones Ocultas?
Un aspecto que hay que mejorar de la relación entre editoriales y traductores es el de la unión de todos los agentes que participan en la cadena del libro. En ese aspecto le estoy muy agradecida a Roberto Carrasco, el editor de Dimensiones Ocultas, porque en todo momento me ha mantenido informada del proceso por el que estaba pasando la obra: las distintas portadas que proponía Suspiria Land, las correcciones de Cristóbal Olmedo y el resultado de la maquetación de Martha Barilari. Desconozco si es algo común a las editoriales de género concretamente, pero en general el mundo editorial necesita más comunicación.
Creo que el modelo de transparencia tiene que ser el que se abra paso en el mundo editorial, porque beneficia a todo el mundo, tanto a profesionales como a lectores. A los profesionales porque podemos explicar cuál es el razonamiento que nos ha llevado a tomar tal o cual decisión, y a los lectores porque reciben una obra más cohesionada, más cuidada. Y no es un cambio difícil: para el editor es tan sencillo como poner en común los contactos de quienes van a estar trabajando en una obra. Volviendo al símil culinario, cuando hay opacidad en la cadena del libro es como si cada profesional estuviera en una cocina distinta y les fueran pasando una olla: ¿acaso no sería mejor que estuvieran todos en la misma cocina y vieran cómo cada uno hace su parte del guiso? Saldrían libros en su punto.