A Cari Fernández y Alejandro Delgado

Carmen Conde sonriendo en Madrid en 1947. Imagen propiedad del Patronato Carmen Conde-Antonio Oliver.

Carmen Conde nació en Cartagena en 1907 y, hasta su fallecimiento en Majadahonda en 1996, cultivó la práctica totalidad de los géneros literarios: poesía, novela, relato, teatro, ensayo, crítica literaria, artículo periodístico, guion de radio y televisión… Todo ello mientras estudiaba y trabajaba: perteneció al primer grupo de mujeres que accedió a la Sociedad Española de Construcción Naval, donde trabajó como delineante; aprobó Magisterio y ejerció como maestra; fue cofundadora y secretaria de la Universidad Popular de Cartagena; colaboró en las Misiones Pedagógicas; fue nombrada Inspectora-Celadora de Estudios del Orfanato Nacional de El Pardo; aprobó unas oposiciones para Auxiliares de Bibliotecas, aunque no llegó a ejercer; fue minutera en los Estudios Cinematográficos Roptence; ejerció la traducción; colaboró asiduamente en radio; ingresó en la Secretaría General del Rectorado de la Universidad de Madrid y en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) como Redactora del Boletín bibliográfico… También fue la primera mujer en obtener el Premio Nacional de Poesía en 1967 y en ser elegida académica de número de la Real Academia Española en 1978, entre otros hitos.

Como puede comprobarse, Carmen Conde fue una escritora y una trabajadora infatigable, que se erigió como un activo agente cultural en todas las épocas que vivió en España: la Edad de Plata, la Guerra Civil, la Posguerra, la Transición y la Democracia. Testigo inigualable de nuestro siglo XX, una de las facetas de esta autora que más desapercibida ha pasado es la de la confección de su archivo personal. La escritora guardó con tesón todas las cartas que recibió desde 1923 hasta la década de 1990. También libros, prensa, fotografías y obra propia, en lo que Cari Fernández, la mayor especialista en su Legado, ha denominado «un sentimiento de inmortalidad programada». También otra documentación de suma importancia, como son sus agendas personales o sus anotaciones personales durante sus viajes, junto a otra más anecdótica: análisis de sangre, programas de eventos culturales y congresos, papel con membrete de los alojamientos que visitaba y que en algunos casos no llegó a utilizar, cartas de menús de bares, restaurantes o recepciones a las que asistió, etc. Alejandro Delgado, unos de los mejores especialistas en archivística de nuestro país, no pudo definir mejor a Carmen Conde al referirse a ella como «archivera de sí misma».

Inmortalidad y archivo propio, su presente en nuestro presente: cerca de 36000 cartas; una biblioteca personal de 10000 volúmenes; miles de recortes de prensa y fotografías; cientos de los números más importantes de las revistas y publicaciones seriadas de la pasada centuria; decenas de cajas con versiones de los manuscritos, mecanoscritos y pruebas de imprenta de sus obras y las de su marido, Antonio Oliver; y una colección iconográfica que conforma hoy por hoy su Museo junto a los enseres de su salón y estudio. De hecho, podemos afirmar que gracias a su tesón y a su cuidado, el Patronato Carmen Conde-Antonio Oliver del Ayuntamiento de Cartagena que custodia su Legado es el mayor archivo público de una escritora en España y, hasta donde tenemos conocimiento, en Europa. Y quienes nos conocen saben que no nos cansamos de repetirlo, no solo por admiración a la autora, sino porque cuando hablamos de la memoria, al menos en este caso, no estamos hablando de un ente intangible sino del esfuerzo documental condiano de toda una vida, que continuó tras su muerte con la donación de su archivo. Carmen Conde lo dijo en palabras más poéticas al titular uno de sus libros Honda memoria de mí. Sin embargo, esa hondísima memoria de ella abarca más que a la propia escritora.

Uno de los aspectos más importantes de este fondo documental es la posibilidad de abordar la obra y la figura no solo de Carmen Conde, sino también de cuantos se escribieron con ella. Incluso de quienes le enviaron los borradores de sus obras, para que les aconsejase en sus itinerarios literarios y que ella guardó con diligencia. En algunos casos, incluso, la mayor documentación epistolar que se conserva de diferentes escritores y escritoras es la que enviaron a Conde, como son los casos de Ernestina de Champourcin, María Cegarra Salcedo, Ana María Martínez Sagi, Concha Méndez o la cubana Dulce María Loynaz, entre otras. En relación con esta última, Conde guardó una de las pocas copias de las cartas que enviaba. Aunque la misiva no estaba destinada a ella, sino a Fidel Castro, a quien reclamó que dejasen de requisar en la aduana de Cuba las cajas que Conde y otras escritoras amigas pertenecientes a su red de afectos enviaban a Loynaz, para paliar la pobreza en la que estaba sumida bajo la dictadura del país y que contenían café soluble, medicamentos o pastillas para caldo, entre otros enseres. Carmen Conde nunca fue una cobarde ante la injusticia.

En el caso de la autora gallega Pura Vázquez, escribió reiteradamente a Gabriel Celaya para que publicase uno de sus poemarios en la colección de poesía Norte, que el poeta guipuzcoano dirigió desde finales de los años cuarenta hasta mediados de los cincuenta, aunque este finalmente no lo hiciera y sí pidiese a Conde uno de sus originales, que la escritora nunca envió. Posteriormente, Pura Vázquez publicó su poemario Madrugada fronda (1951) en la colección Palma, que se encontraba al cuidado de los escritores Antonio Oliver y José Pérez Calín. Así, abrió multitud de puertas para ella y para quienes solicitaron su ayuda: todo está en su archivo. De este modo, podemos afirmar que Carmen Conde dio un paso más y se convirtió también en archivera de los y las demás.

El mayor hallazgo sobre Carmen Conde para nosotros es que la totalidad de su Legado es el mayor y más complejo de sus textos. También el más veraz. Quizás el único retrato realmente auténtico del campo cultural español del siglo XX, de ella misma y de los seres que la rodearon.

Fran Garcerá

Patronato Carmen Conde-Antonio Oliver

Nota sobre Honda memoria de mí (Lastura)

-Altavoz Cultural-

   En su faceta de hogar literario que tanto nos emociona, Lastura presenta una obra espectacular con edición, introducción y notas de Fran Garcerá. Su rigor, su armonía, su belleza natural y su constante sentido de tesoro inquieto en las manos hacen de su lectura -de su desentrañamiento- una experiencia preciosa.

   En sus páginas podemos encontrar comentarios de la propia autora, de Carmen sobre Conde, lo cual contribuye sobremanera a la monumental configuración que se eleva sobre el texto. Sus poemas, sus versos… son ampliados y amplificados a través de la glosa en primera persona, a través del acompañamiento al que nos invita ella misma. 

   Una obra deliciosa para los amantes de tan potentísima voz, de una mujer tan gigante como imprescindible para vehicular, habitando época a época, cuerpo a cuerpo, corazón a corazón, un discurso de supervivencia al silencio, al rechazo, a la discriminación, a la invisibilidad. Carmen Conde es bandera de todas y de tantas; esta obra nos regala la oportunidad de tocar, por un instante, las cimas de sus manos.

Anuncio publicitario

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s