-Semana de la Poesía 2023-
Un día indeterminado e imprevisiblemente feliz a posteriori observamos un nacimiento: dos títulos originales brotaban desde el nido de Isla Elefante, editorial de reciente fundación en manos de nuestro apreciado Ben Clark. Ya sus nombres auguraban futuros destellos de impresión y asombro: Los inútiles y Barruntar, hermanos de cuna, con apenas semanas de distancia datable.
Crecieron distintos, fuertes, indomables entre nuestras palmas. Las mojaban, manchaban, agrietaban. Parecía que querían atravesarlas, romperlas en pedazos por puro peso de su poesía, de su inabarcable sentido de la combustión. Maribel y Nadia. Maribel y su canto al honor de la asimetría. Nadia. Nadia. Nadia y su canción al corazón salvaje. Han compartido nuestros ojos como dos criaturas que se pelean por poseerlo todo: no les bastaba a ninguna con manipular, hacer rodar y aplastar finalmente uno de ellos, uno por cada libro. Querían los dos para ellas, para sentirse plenas. Hemos jugado a su juego sobre la misma alfombra sobre la que han desparramado sus cócteles de talento, belleza y poderío literario.
Sin más opción que la rendición, que la entrega a sus deseos, hemos volado libres -porque eso sí lo comparten con ahínco: una concepción total de la libertad como estado ideal, natural, insobornable-. Las siguientes palabras dedicadas a sus respectivas obras no hacen justicia al infinito que han posado sobre nuestro pecho, pero bastan para invitar a nuevos ojos interesados a conocer mejor la voz de dos creadoras soberbias: es un último obsequio de un safari plagado de rugidos amables, de matices para siempre alojados en nuestras cuencas. Gracias, grandiosas.
Los inútiles
-Maribel Andrés Llamero-

Una poética de la belleza como fin en sí mismo, sobre su poder per se, acerca de su extrañeza superficial, una invitación, cantada, a pararnos, a detenernos, una hermosa y honda reivindicación de la vida lenta. Un reconocimiento a la duda, a la torpeza, a la asimetría biológica, emocional, profesional. Le recomendamos a Maribel, como extremo de su melodía, la lectura de Nos queda lo mejor, de Isabel González. Ambas tienen en común dos virtudes: saber ver donde la mayoría ignora y expresar con tamaño originalidad un universo interno tan complejo como infinito en su concepto más generoso.
Los inútiles es tan caliente como un abrazo bien dado y creemos firmemente que, por riquísimos azares de la vida, haberle dedicado nuestros ojos en un invierno tan frío, desapacible y cruel -entre lo políticosocial y lo climático- ha sido una bendición que multiplica, aunque sea levemente, su inmenso valor.
Esa reivindicación de la belleza como necesidad detecta hábitos, lugares, circunstancias, instantes eternizables, especies y morfologías y dedicaciones/oficios tan singulares como atractivos, haciendo de la estética rara un manifiesto de lo diferente, lo diverso, lo incunable. Aquello que equilibra lo obligado, lo feroz. Esa selva. Habitamos en los brazos de MALlamero una fogata que derrocha confort y mucha luz: vinculada a la poesía, al placer de la palabra, así como a la profundidad del ser más allá de su mirada primera.
Solo nos aturde sobremanera una cuestión: cómo soltar (que no dejar, nunca) el libro. Cómo prosperar sin su tacto. Va a ser muy difícil la época posterior a estas páginas. Ni siquiera contemplando risueños la proximidad de la primavera, ese terreno tan orgánico para cultivar, coloridos, cada uno de sus versos.
Las dos perspectivas que armónicamente visten la óptica común del acercamiento al texto podrían definirse, en primer lugar, a partir de la consideración del arte como objeto puro de deseo y belleza (la música, la poesía, la estética más sensorial); en segundo lugar, desde la rutina -léase con mueca de asco o, al menos, de disgusto- (desde escenarios particularmente desprovistos de interés o amabilidad, algo así como un castigo resignado).
Estas dos orillas a veces tan lejanas se comportan como elementos maleables por la mano maestra de MALlamero, que diseña por doquier motivos para la creencia en el ser humano y sus inefables posibilidades. Es la diversidad, la pluralidad la que dota de contundencia a un discurso sincero que rasga la garganta con la sutileza de la primera gota de sangre. Jugando aún con el quimo formado en nuestra retina -como si de un balón multicolor y ligero a punto de no volver a ser redondo nunca más se tratase-, nos disponemos, decentemente abrigados, a desglosar con más cariño que acierto la bellísima ofrenda que nuestra autora le ha entregado a la Diosa Poesía.
Las más inminentes coordenadas formales nos hablan de cuatro citas iniciáticas al sabor escogido para la receta total: Flaubert, John Locke, Voltaire y Raquel Lanseros se reúnen en torno a su fogata para escupir trozos del manifiesto pro-belleza de lo inútil (y pro-inútil de la belleza). Lo hacen como amigos muy anacrónicos, tan desconocidos, aportando migas de lo poético, lo innecesario, lo inaceptable desde el demoledor asentamiento profesional, desde la superficie y su implacabilidad. Dejan las pistas, una puerta abierta y regresan a sus cosmos tan bellos como inútiles para no molestarnos con más ruido.
MALlamero clava las precisas chinchetas del cartel sobre dicha puerta: Ateos y astrónomos extiende, como un abecedario de doble entrada por el que discurre una voz prominentemente narrativa -y épica, en el summum de la recurrencia de la que disfruta la voz autoral entrando, saliendo, contando-, la perfecta sinfonía inaugural de este himno de la ausencia de-. Personificada en los gremios periféricos de la observación y la creencia, tal ausencia adquiere una dimensión mítica, de muestra universalizadora, hacia quienes combaten la ley de la mala igualdad -la que cercena- con sus más naturales actos y pensamientos. Muerte al miedo: porque el vacío no puede suponer condena para quien lo elige por defecto.
A este pórtico-prefacio le sucederán, como manadas de gaviotas blanquinegras, tres orificios tan antiestéticamente nombrados: 1, levantado desde doce poemas; 2, forjado por diecinueve; 3, despachado con cinco. Llamamos y esperamos la sabrosa respuesta de la poeta. Toc-toc. Suenan pasos.
1
Traspasa la Edad Clásica la barrera de la nomenclatura con una pértiga dorada: Habita Ovidio el hogar de los volcanes continúa con sus versos un imaginario que confeccionará a posteriori un triunvirato imprevisible (abandonamos en Ateos y astrónomos a Diopites, esa simpar personalidad, para sostenerle ahora la mirada a Ovidio y aterrizar más adelante en las palabras de Homero que vertebran la cita introductoria a Este mar de rojo vino).
Contemplamos una amena alternancia de grosores mayores y menores que conversan en su sucesión versificada simultáneamente al macroviaje que nos ofrece MALlamero -cualidad que ya saboreamos en su Autobús de Fermoselle, junto con otra que recuperaremos igualmente en esta nueva aventura: su lusofilia, engarzada a su habitual infiltrado Pessoa- (exactamente: un viaje compuesto de muchos viajes, como el que se propone en el mismo Este mar de rojo vino ya desde la cita del autor griego; como el que se nos entrega silencioso en Documental de la 2; como el que nos conquista con su distancia inasumible en Copacabana, apenas en esta primera parte todos).
Un álbum de fotos dinámico que no por ello prescinde de su intrínseca pausa, tallado en el seno abarcador de amor y muerte, del que se desprenden al aire más alto posible unas volutas que provienen de lo frágil -acaso de lo vulnerable en un sentido menos restrictivamente físico-, de lo asombroso y de lo inoportuno. Paseamos por notas de saxo, puntillas de bailarina o la estampa prototípica del bullying, de la mofa animal (esos ñúes no están solos: tienden un puente que nos anticipa con mucha más carne el enorme acontecimiento poético de Ingeniería civil -en 2-).
Destapamos en toda esa maraña tres líneas de las manos de MALlamero: su querencia por la salpicadura de las letras antiguas -por no reiterar “clásicas”, sin que esta decisión genere un absurdo efecto negativo, disfemístico- sobre las reflexiones más necesariamente vigentes para establecer un diálogo atemporal; su implicación en tono didáctico rozando lo maternal en determinadas exposiciones, conclusiones o dibujos empíricos; su intencionalidad en torno a la reunión como triunfo y camino colectivos -sea para dos invididuos o para más de dos, hasta llenar la sintaxis tácita de ‘comunidad’, en el reverso natural de su La lentitud del liberto, donde proponía esa misma búsqueda revolucionaria [contra el cánon, lo riguroso, lo horizontal] pero con mayor énfasis primigenio en la soledad de la lucha individual-.
Bendita entre todas se inscribe a esta línea y nos conecta con Distancia de seguridad, el último poema de Los inútiles, desde la conservación del estímulo grupal como manjar prohibido, eléctrico, fascinante, tan vital. Cristo besado con los labios pintados… más de una vez y de dos y de. También destacamos en esta breve guía de adivinanza lectora lo adecuado, estupendo que es el orden de las composiciones, de mérito aún más admirable dada la diversidad de puntos de vista y perspectivas alrededor de una misma voz inconformista en método y mensaje.
A este respecto nos resulta simplemente mágico el enlace cronológico de Copacabana a Ventanilla de Hacienda, constatado desde varios andamios que desvelaremos después. No nos tendríamos que parar a continuación en la mención a la apabullante cultura de la autora -tan insultantemente evidente desde la inclusión de las citas encabezadoras para sus versos o desde sus gustos técnicoliterarios para la construcción de microclimas, por supuesto desde su tan cuidadosa elección léxica, al servicio de una exhibición lingüística en la que cada palabra es suficiente, puntual, con margen para representar una familia semánticoemocional que halla en la suavidad y la brutalidad sus puntos más brillantes (provocando una belleza simbólica sumamente original; pensamos en Origen de la floricultura y en Amor, coge la rosa; también en Boletín de notas, dentro de 2)-, pero lo hacemos, ligeramente asfixiados, para agradecerle su generosidad intelectual, su empatía y su accesibilidad formal.
Así decidimos seccionar invisiblemente en cinco pedazos el pan de este primer horno, de los cuales el primero es islote atómico: Habita Ovidio el hogar de los volcanes; “Floricultura (Naturaleza inútil pt. I)”: Origen de la floricultura, Origen de la floricultura. Estudio previo; “Celebración asimétrica”: Bendita entre todas, Samba Triste (Stan Getz asiste a una roda); “Naturaleza inútil pt. II”: Documental de la 2, Amor, coge la rosa, Este mar de rojo vino, Si se calla el cantor, Arte poética; “Pequeño contraste perpendicular”: Copacabana, Ventanilla de Hacienda.
Habita Ovidio el hogar de los volcanes
Zarpa el navío de MALlamero con la bandera de la desigualdad como única insignia, con la pretensión de reformular o, en su defecto, recrear una Historia desde su verdadero asterisco, con atrevimiento frente a la niebla, con el guiño hacia el otro, con la suficiente fuerza para contar la verdad. Bañada en la mirada áspera, escrutadora, del cíclope, la primera estación de este trayecto rezuma magia que se siente a kilómetros y eras, mientras nos pertrechamos para avanzar con la brújula hacia el sur, siempre hacia el sur.
“Floricultura (Naturaleza inútil pt. I)”
El primer manifiesto íntegro -aunque, como todos los salpimentados en este libro, de alcance flexible, contorsionista, de eterno retorno- sobre una de las formas más idílicas del binomio belleza-inutilidad, encuadrado en el gris espacio, tan indeterminable, entre los planos del ocio, el oficio, el arte y la responsabilidad. La combinación del primer y largo texto con el segundo y tan breve funciona como la estupenda estrategia comunicativa de una pieza y su precuela intencionadamente liberada a posteriori, como si se recargara de autoridad para, efectivamente, esculpir la sentencia, el refrán o la vía de huida.
Ese hilo de saliva cálido nos habla desde la advertencia y el consejo: habremos de cuidar ese bosque sin aguardar que se convierta jamás en un geométrico jardín [en la línea argumental que después tocaremos con la explicación de lo cuadrado, lo horizontal, lo perfectista]. Emerge la primavera como fondo sutil y brota la cascada de versos dentro de los extremos que abrochan circularmente aquello que acabamos de reseñar en torno a la belleza de lo indomablemente no-geométrico. El “estudio previo” opera a su vez como el tercer diente de esta serie sobre el mismo clavo.
“Celebración asimétrica”
Bendita entre todas y Samba Triste (Stan Getz asiste a una roda) funcionan dualmente a la inversa que las dos anteriores composiciones en torno a ese juego de orden de extensiones y su propia significación -nos fijamos en ese Cristo y en esa bailarina; el primero es objeto de la llamada al beso rojo, la segunda es víctima de su propio corsé de rigidez perfeccionista, tradicional, apático mientras se sitúa indirecta en el centro de una fiesta rítmica que no le pertenece-.
La libertad es dolorosa, la transgresión es tierra extranjera y fría. La búsqueda del contacto intracuerpos incita, seduce, rasga. Todo son risas y placeres para una masa lo más amasable y descontrolada posible. La soledad de la sobriedad es definitiva, adolece de una carencia de aceptación y afecto espantosa (el Cristo recibe la oleada opuesta, la otra forma de reventar lo aburridamente establecido). La autora disfruta dirigiendo orquestas.
“Naturaleza inútil pt. II”
La rosa y el ave son los primeros motivos que detectamos en la interconexión de los poemas aquí propuestos para su reunión: Si se calla el cantor y Amor, coge la rosa los emplean como paisaje orgánico, como símbolos y como armas discursivas; es la rosa también la que sugiere el continuismo en Arte poética, empujando suave la espalda de esa poeta -en una de sus más notables inclusiones personajísticas, originada flor en mano en Si se calla el cantor (acaso “autobiográfica”)-, una poeta que no abandona el instinto animal: se reconoce -alineada con Sá de Miranda (ahá: la grandiosa lusofilia, ¿recuerdan?)- madre osa, lamedora de versos propios, esos hijos.
Pero permanecemos en Si se calla el cantor para observar cómo la voz portuguesa -esta vez del brasileño Carlos Drummond de Andrade- incita a esa redentora pausa destinada a la belleza, sobre el nacimiento de la flor como acontecimiento ineludible.
“Pequeño contraste perpendicular”
Y si antes hablábamos de enlaces y conexiones… Copacabana y Ventanilla de Hacienda son tan brillantes aislados como hermanados: partimos del cruce perpendicular para narrar la magia de su simbiosis. Asistimos a un juego de planos y dimensiones ataviado con una semántica que nos abruma en su sentido más emocional. Lo horizontal vs. lo vertical.
Inicia hermosamente Copacabana con su playa vs. montaña: lo estandarizado como modelo (¿comercial?, ¿capitalista?) impuesto de paraíso combate con el ascenso de la naturaleza sobre las leyes y las estadísticas, causando envidia, necesidad de explorar para ser algo más que el resto. Remata Ventanilla de Hacienda con la crudeza de la burocracia: esa palmera a la que no se permite crecer más que la ventana. Lo horizontal coarta o limita, y canoniza e impide el crecimiento libre y grande y elevado de lo vertical (léase Masticar el agua, de Luis Baeza, para una obra particularmente atravesada por este duelo).
Es un cierre tan perfecto de etapa, sin que ello impida reiterar unaa técnica ya identificada: esa rica manía de poner una pica -y una valla- entre las autoconcedidas separaciones internas pero no tomárselo con excesiva solemnidad y tolerar la trascendencia, como esa masa de agua incontenible por los temblorosos aunque necesarios diques. En este caso, el binomio final de 1 no solo toca la piel de 2, sino que arrastrará su esencia durante olas y olas venideras, sobre otros cuerpos, otros signos, otros escenarios urbanos o exóticos.
2
MALlamero deja atrás -casi abandona- la naturaleza como continente para adentrarse en lo fuertemente urbano y quedarse encerrada en ello sufriendo el azote de la fea rutina, concertada al compás de lugares (¡hasta empresas!, ¡y organismos oficiales!) y escenas al dente, inconsolables -que nacen desde un hermoso primer poema llamado Ingeniería civil, de esos que justifican una antología, también, prácticamente, una carrera literaria-. Contrasta con este aspecto el crecimiento del componente religioso -además, MALlamero gusta de la exagerada concreción: un versículo, así como una dirección-, que se comporta como arista de un pequeño círculo constituido por dioses y referentes grandes del pensamiento y el arte. Terrenos infinitos son los más productivos.
Este traslado definitivo a la urbe se siente como el asentamiento -perdón por el spoiler- del cuartel general de la escritora: desde ese control centralizado de la ciudad, de su día a día, incluso de los tímidos brotes provenientes aún del pretérito más salvaje, domina su discurso y progresa en intimidad: se despliega el tema familiar hasta el hueso biográfico y las referencias de las citas encabezantes mutan desde el alimento luso hacia otras fuentes; ¡emergen las dedicatorias!
Vislumbramos a nuestra autora afincada en su escritorio, dedicada a la labor de confección de todos los poemas restantes, de algunos más que no llegaron a puerto, de esas palabras de cariño que imprimen el lazo personalísimo. Desde esta óptica intuimos lejana aquella primera parte de Los inútiles, pegada a un aroma a introducción, también a nivel narrativo-argumental, dentro de una macroestructura muy apta para una obra cinematográfica. La extensión de esta segunda plaga de textos oscila desde lo estándar hacia lo generoso con solo una gratísima excepción, que irrumpe puntiagudo, destrozando toda posibilidad de estructura alternativa, sobre los temas colindantes de infancia, nostalgia y culto al cuerpo: ese poema -el número diez, tan céntrico, tan céntrico dentro de la sección céntrica, tan céntrico, entonces, para todo el libro, tan hímnico, entonces, mucho más que necesario, acaso la más grande inscripción en la medalla dorada- llamado Más cerca de los dioses. Necesitamos reproducirlo en código clave aquí:
“Los que (…) miedo
(…) cerca (…) dioses
(…)——————>ríen
(…) fuerza (…) gigantes”
3
La intimidad alberga el cegador brillo de la felicidad, de la plenitud. Los cinco poemas que integran la secuencia final arrastran suaves la alegría, el recuerdo y su permanencia, el presente y el pasado en un tango sin dolor, así como la celebración capital del éxito de la clase inútil, de su gran especie.
MALlamero abre una puerta secreta a la vida: por ella reptan hasta hacerse pájaro una ristra de valentías, de fortalezas, de convicciones. La autora se ha erigido -involuntaria- líder de la manada, mano alzada de la rebelión, semidiosa del ejército danzante. Ahora nada puede pararnos, gracias a ella. Resulta oportuno cortar la tarta.
Trombones y oboes
El primer regalo de este carrusel nos sienta a la mesa en un bar de París para enamorarnos con la música de nuestra cabeza -la de ese hombre que dirige el viento de los instrumentos imaginarios en un concierto neuronal que trasciende de lo solitario a lo universal-.
Contagia su esencia al segundo estadio del texto -MALlamero adora trocear estróficamente para esparcir argumento secuenciado, como buena directora de su función-, que agranda la nota de brillante osadía, de ensimismamiento soberano y sonoro: abre nuestro mundo interior para trufarlo de piezas cotidianas que desprenden sabor a la suerte de ser y estar, identidad comunitaria y rotundo amor.
El colofón acoge la insinuación como gran virtud informativa de la vida: ese brillo iniciático. MALlamero aprovecha esa tercera estrofa para sellar otra de sus mayores reflexiones vertidas en este enorme canto que es Los inútiles. A continuación nos vamos a dedicar en exclusiva a ese brillo desde sus ojos.
El brillo de estos días I + El brillo de estos días II
José María Gómez Valero y Carmen Martín Gaite presiden ambas orillas del espejo ancho: sendos cantos a ambos lados de una misma moneda con caras de la alegría impresas desde el presente que no se puede dejar escapar y conviene captar en su fugaz instante y desde el futuro que se tenderá hacia él como un pasado digno de ser resucitado.
Esta transición de dos puntas hasta el manantial que nos espera aglutina la calma hecha voz, la serenidad como instrumento poético sublime. Nuestra autora es suave. Vertical. Nos habla a bocajarro. Cada uno de sus movimientos tiene toda nuestra atención. Este himno de la alegría compuesto en dos pentagramas reúne en su unidad una belleza similar a la del hogar.
Los inútiles
Ah, la costumbre de la homonimia titular. Todas las gotas previamente esparcidas se citan ufanas en este encuentro en la cima del altavoz. Dedicado a Miguel (nombre del alma que ya protagoniza Flores para Miguel antes del ecuador de la segunda parte anclado por Más cerca de los dioses), MALlamero nos entrega un pedazo de eternidad: el que habla de ser felices con lo que tenemos, al lado de quien queremos, valorando cada segundo entre obligaciones, quehaceres e incordiantes menesteres administrativos de la casa, de la sociedad, ¡del país! La responsabilidad debe ser acorde al placer. La vida se nos fuga en lo espontáneo, en la combustión de la pasión, en el cruce de miradas que de repente significa nuestro universo. Como hijo legítimo de la tan ilustrada vida lenta que alfombra estas páginas, Los inútiles es, efectivamente, el embrión de Los inútiles. Que su madre-autora nos lo presente en la penúltima habitación encierra un abanico de gustos literarios que no confesaremos aquí. Maribel -ya es Maribel, porque estamos terminando- toma nuestra mano, le pone el sello de la electricidad de los alegres y nos acompaña afuera, donde nos aguardan sonrientes nuestros semejantes. Luisa Castro enchufa el cable a esa fogata de luz artificial que arroja su fuerza de libertad sobre el verde césped que mancha nuestros oscuros pies.
Distancia de seguridad
Para cuando hayas llegado aquí ya habrás sentido la llamada y estarás releyendo Los inútiles. Ya habrás, por lo tanto, danzado en la oscuridad anticomplejos, agarrado de ese cuerpo ajeno tan asimétrico que tanto te atrae, al arrítmico son de una música que de algún modo sientes que te pertenece, bajo un idioma que no distingue, que solo genera campos de gravitación donde, sin miedo, nos alzamos verticales. Valorad siempre lo que tenéis, amad siempre lo que sois, Y no dejéis de bailar en torno al chorro de electricidad que nos eriza la excepción.
Podríamos decir muchas cosas de la obra que aún reposa taquicárdica a nuestra izquierda -adjuntamos foto invisible-, incluso podríamos hablar largo y tendido -en una conferencia presuntamente formal, en todo caso invisible- de la pluma de Maribel Andrés Llamero. No obstante, lo único que nos apetece ahora mismo es estrujar a tan especial autora. Como se estruja algo que te ha hecho feliz inconscientemente, pues la carga de emoción está mal repartida -tan asimétrica- hacia el peso lector. Así que ahí queda la amenaza. Y adjuntaremos foto del abrazo, sin que se vean nuestros rostros, porque lo importante será el GRACIAS al oído.
Barruntar
-Nadia del Pozo-

El shock como nido cálido en el que quedarse a vivir. Al menos un largo tiempo. Como esa escena cinematográfica que te atraviesa la mente durante años y años. Quieras o no. Sea el momento más oportuno o no. No se elige. Pero qué alegría, qué celebración haber elegido Barruntar y la poesía de Nadia del Pozo.
Este artefacto literario ilustra como poquísimos el más adecuado uso, cuando no caemos en la selección léxica baladí, excesivamente gratuita, del calificativo “visceral” sobre el término “visual”, relegado a un injusto rincón de menosprecio y sombra por falta de potencia en sus sílabas para acoger la totalidad del derroche, la máxima fuerza del desparrame. Nadia del Pozo es visceral, no acepten vendas, camisas ajustadas ni conformismos peligrosamente neutrales. Siguiendo esta línea de desnudez, diremos que Barruntar es brutal.
Su creación Vientre resuena con un eco recrudecido golpeando el cuero de los versos de Barruntar, cosidos en lazo por el agua mallorquina y el cierzo aragonés. Barruntar es barro, masa, diente y pelo. Se trata de un fortísimo canto al arraigo, al lugar originalmente identitario, al axioma familiar.
Cuarenta y cuatro poemas ininterrumpidos como una cascada que escupe lava, furia, hueso, herida, tripas, islas… Ocho composiciones de prosa poética fluida (disparadas en los textos 5, 10, 13, 17, 20, 27, 37, 43) sacuden las escamas de un animal mitológico, feroz y espectacular. Lo leemos con el estómago. Nos disponemos a desarrollar, sin precedentes, un modelo de comentario que busca asemejarse a la asfixiante sensación vertida sobre nuestros ojos desde la obra de Nadia del Pozo. Todo lo que suceda en estas líneas es, a partir de ahora, entera responsabilidad suya. Disculpen las molestias, disfruten del viaje.
Comenzamos con las manos espesas de tocar perros flacos, hay hombres, tripas, placentas, hogar, herida, dolor viscoso, embriones, ella señala su herida, tibia es tibia y tibia como palabra martilleante aquí. ¿Así o un poquito más? Un poquito más. A continuación “El ovario derecho es el que más me pincha” y vacío, noche, serpiente tiburón, montañas (mucho, también en el poema anterior, de hecho es el motivo que los une más que otros), comerse a la perra; corte, incisión y otros sinónimos, Nadia afila; viejas y viejos (la ‘ella’ de antes suena a vieja o mujer muerta, después la llamaremos ABUELA). Manzanilla y un remate: ”fuera de aquí el tomate ya no sabe a tomate”.
Se sitúa en octubre en el tercero: recurrente contacto de su boca con animales -comerse a la perra y ahora inicia con amamantar chotos- y añade: labios, vientre, agujero, gaznate, hueco, balido. Es todo muy oscuro, muy animal, muy… humano. Abunda la presencia humana en cada poema como ser, como villano, como cuerpo, como espectro… ¡Y hallamos mucha muerte!
Es el siguiente el primer texto “más humanizado”: nos habla de aprender a moverse y actuar en silencio como todo un arte. Cráneo, sanadora (otra ella, esa tipa) y ”a ti lo que te duelen son los conceptos” (BUM!). Animales entre pelvis y esternón. Mención nueva a hijos (sus hijos tienen solo una pata); color azul (cabello silencio casi azul). El 5 (1º fluido): Hoy (tiende a situar en el hoy o en el presente la acción de forma explícita), verbo acostar (otro habitual junto con otros similares) y color negro a raudales, en uñas, olivas… Estamos solas, sin nadie vigilando (otra sensación constante) y habla de hijas y tener hijas o solo una hija. “Solo con genio puedes volverte loco”, tirarse al piso (concepto habitual). Por momentos suena transatlántica Nadia. Voces, pañuelo, manta, trapo (le gusta poner elementos similares o sinónimos en enumeración rauda, lo hace con objetos, verbos, adjetivos…). Y arañar las paredes, ver qué hay detrás (cuidado con esto para el resto de la obra); silla de ruedas. Presencia a menudo de su yaya como la gran compañera (de la vida y del libro); agarrarle al otro por el sexo para robarle a los no queridos (mucha maternidad, mucha descendencia, mucha cría), su vagina es una cueva donde… Longanizas de la matanza como piernas amputadas y mucha sangre y una fiera en las sombras (parece que hay un leve cambio estructural a partir de aquí en cierto cariz del tono o del argumentario).
Da a luz un huevo del cual sale una bebé carnosa y la alimenta con sus senos secos; imagen también de la basura; nido. “Mientras no tengas hambre de mí / tengo de sobra para las dos” /// “¿Tienes algún chico o qué?” pregunta la yaya a la nieta. Proliferan los iminutivos en -ico / -ica y presencia de la mula (mulica) en un contraste con una escena cotidiana de sala, tele y muebles y cariño y el muchacho de fondo. Otra mención a los muertos, jeje. También al pueblo y recurrencia a la comida, la caldera, los guisos. Después escena de ausencias y presencias de viuda la yaya y la casa de la madre y el marido ahí de fondo y mucha palabra típica del registro mañico y una secuencia muy oscura de vejez y potente con otra vez la muerte como tema.
Un marcado Soy nos hace saltar. Reitera el juego de las caras que son otras caras y habla sobre reconocer; plumas (otra de las texturas comunes, junto con la mención a las aves); escena de interior de nuevo, con la casa bien cerrada / con el monte bien abierto; desde la ventana; final contra la tecnología, contra ordenadores y máquinas. Ella siente que las únicas entradas a su cuerpo deben ser la cochera y el granero. Cuando llega 10 (2º fluido): episodio sobre su bisabuela, atmosferizado en época de guerra y cacería y tener que esconderse, casas del monte, a unos diez kilómetros del pueblo, y celebra la llegada de los muertos que bajan a verte. Deriva hacia una escena de su yaya sentada contemplándose a sí misma; madrigueras, conejos, madre, hijos, agujeros, puchero… Después “A esa niña no le parece divertido un cochinillo sin ano”, navajica, bromas, familia y otros niños; otra escena de cocina, pelar patatas, preparar. Mención lejana hacia el mar, muerte de nuevo.
El siguiente es un poema muy críptico y onírico y uno de los más duros basado en “un cuenco sin nada” y nacimiento y mirar hacia arriba y no hay nada de nada y soñar. Y hablemos del número 13 (otro fluido): “tengo que confesarles que las ubres son más sabrosas que los testículos” +cortados sobre la tabla de madera… Escena en la tienda donde hace esa confesión a las otras mujeres en presencia también de un hombre; presencia de óxido de nuevo, cuchillo y teta y amamantar y que la echen a cocinar; sexo animal (verbo coger) de chivos y sexo humano sugerido; juego de sonidos, ruidos y silencios y volúmenes distintos. El siguiente retrata una escena de muerte, pérdida y búsqueda acompañada de la tía; pequeño detalle formal de algunos versos sangrados dentro de una misma estrofa como dando mayor intimidad al discurso. Cartel de fin de pueblo; foto para la lápida (¿¿de su madre??, ¿de su bisabuela?); todo muy al aire, granja, primera aparición del verbo mear; está recordando y rememorando porque quiere encontrar esas imágenes en las que seguía a su tía por la carretera en aquella ruta entre tumbas.
Continuamos: el color blanco atraviesa el poema y mucha leche, gran presencia (otro elemento clave del libro: la leche, desde amamantar); poema denso en paisaje con montón de restos animales y onomatopeyas de puum cayendo insertadas. El próximo discurre sobre huecos y distancias y se dirige al lector (a un vosotros); ”soy una intrusa”; breve recorrido familiar sobre su madre, el abrigo de su prima mayor y sus costumbres y hábitos en cuanto a oler, sentir, poner la cara, los sonidos. Final con menciones sucesivas al hogar, la leña, que llaman a la puerta y alimentos varios. El que ocupa el hueco 17 (fluido pero con final de versos descolgados) ((hasta ahora parece que cada fluido marca breves diferencias entre pequeños bloques)) inicia así: “Hundir la cara en las pechugas de mi tía”; a partir de la imagen del abrazo entre ellas se produce otra de animal colgado en casa cuando es muy pequeño le da angustia y quiere desengancharlo y que salga corriendo sobre sus propios fluidos; mucha imagen de carne y carne de un modo. Otro más: “Creo que este asco vuestro no debe engendrar” +”creo que se debe engendrar alguna clase de alegría” y habla a una ella lejana (ella misma ¿u otra más bien?) y parece reprocharle no ser como ella y repudiar; exotismo lejano de sol y amarillo y como otra clase de mujer; concepto de estar sola y tener que estar solas ambas;;; ahora llegando al ecuador del libro ya notas que es denso, llegas con cierta fatiga en el mejor sentido, con mucha imagen a la espalda, mucha carga emocional, mucha crudeza, es una poesía pegajosa, que te hace oler, es pastosa, es tan inmersiva y poderosa… En este poema se da una escena de recogida de matanza parece en casa y escena de nuevo rodeada de presencias de madres en este caso +sangre, mucha descripción y mantiene otra vez un gran juego con los sentidos de vista, olor, gusto… +comida con frijoles (detalle que nos parece confirmar lo que ya vimos en otros poemas sobre la posibilidad de estar ubicada ella en su México biográfico-profesional por momentos). Ella busca al suyo entre el montón y espanta a los hambrientos (no parece recoger matanza sino animales vivos aún) y así aterrizamos en el 20 (fluido; es el quinto, casi repartiendo 4 de 8 antes de 22 y otros cuatro en la segunda parte natural del libro simétricamente, pero son 5 a 3 realmente +además se sitúan muy seguidos en distancia de 5, 3, 4 y 3 entre estos cinco primeros):
retomamos el concepto de exponer/secar al sol, de nuevo ubres lechosas y tripas suspendidas y se dirige (como a menudo) a un vosotras; hallamos mapas inhóspitos de texturas estremecedoras y ”cientos de caderas crudas expuestas al sol como un ejército derrotado”. Primera mención explícita a “nuestra crueldad”. Chico, cuchillo, huecos, fantasear con un futuro gastronómico a base de píldoras (parece desmarcarse de ello como en su momento de la tecnología de ordenadores). Nos topamos con otro: uno de los poemas más importantes en torno al concepto propio de “torpe fatalista”; visiona un futuro en el que sus perras y sus gatas morirán en otras casas familiares, tras casamientos, hijos y muerte. Viaje desde la foto de la gata perra cachorra hasta la foto en la que está a punto de morir, la primera en sus manos, la segunda en cama extraña. Es muy chula la forma de expresar aquí la mascota porque parecen un dos en uno la gata-perra +una de las imágenes más extrañas de tantas que ofrece la autora +se castiga llamándose torpe.
+22 (no es fluido pero es el poema ecuador): uno de los más fuertes y tremendos y preciosos del libro sobre la pérdida, la ausencia, la muerte, los pedazos, los recuerdos… +personaje de la madre de nuevo y mención (antes también) a la navidad (parece que estamos en todo momento en otoño -octubre a navidad, ese periodo-) y nos habla de enfermarse de gravedad, tema de las presencias de los muertos mientras su madre la cuida +cocina como otro gran escenario en toda la obra +preocupación por el objeto roto por si muere o le duele… ”el objeto roto no sufre”, cajones repletos de trozos, costras y auxilios y le dice a su madre que sigue hablando con ellos y duele porque hay tanto que no cesa (realmente eso de que Barruntar no es para todo el público es cierto: en imágenes muy encarnizadas y en mensajes muy duros. Nos encanta. Mandíbula de Mónica Ojeda tampoco lo es.).
Después otro tremendo poema sobre ser madre para no estar sola ni gastar la vida cuidando a los padres para terminar odiándolos y matándolos de un jarronazo +comienzo sugerido sobre el novio o el amante pero esfumado rápido presumía de tener muchos huevos (¿doble sentido?, jaja) y reflexiona sobre estar de moda no tener hijos y la obligación femenina tradicional de estar en casa y cuidar de todos siempre y hacer de todo pero necesidad de esa compañía entonces porque no dejan salir ni hacer otras cosas que no sea la casa +también sobre hacerse rico de comer para alguien más pero evitar entonces ponerse gorda (otra crítica a nivel de cuerpo femenino y supervivencia). Más tarde: “La han sentado en mitad del río con las piernas colgando” (parece la yaya o la madrina) (lo de las piernas, como parte del cuerpo pero especialmente en ese tipo de posturas, es muy reiterado en toda la obra) y color verde fluorescente y vuelve el monte abierto y adentro (otro concepto clave del poemario) de las manos que frotan las tripas contra las rocas y aquí se diferencian partes de la misma historia en las sucesivas estrofas: en la segunda se habla de la ahijada, que juega y ríe con las placentas y los fetos y se habla después del nosotras y color rosa granate y desde la infancia hasta el futuro apocalíptico de fin de especie y ellas. Ahora: otra vez el agua como elemento; escena con la yaya en el comedor/cocina y punzada en el lado izquierdo (vs. ovario derecho de antes, eh), tema de la sed +mantra de Bebe, yaya, mea y bebe (riñón); es uno de los poemas más notables en esa relación yaya-nieta que recorre el poemario.
Pasamos del agua al cierzo y sacudida del viento a la casa y reminiscencias matrimoniales de noche hasta el amanecer del nuevo día en el desayuno; otra mención a la cara (de muerta) y contraste negro vs. blanco. +27 (¡fluido!): vaya comienzo: “A la yaya no le diré que su madre murió desangrada”; metáforas muy propias, muy personales y originales +imagen de mujer y rutina de alimentos y frutos y seguimos con el 28: “De espaldas con tu hermana la cabra que soy yo cuando me haces hueco en tu cama de vieja” +bicicleta amarilla oxidada +sale de casa +no se te ocurra morirte hasta que vuelva (¡PEROBUENO!) ++el coche se pierde por la carretera en las ruinas de la guerra +++tu fotografía ya está lista +pelo sin color +fuego aguantado por ellas +expresión “no entienden miaja”… UFF!
Paramos, respiramos, avanzamos. No. Ahora. A ver. Venga. Siguiente toma: sobre la saliva (comienzo muy duro por su fórmula: “Que no me interesa la saliva de la niña…”); dirigida a un animal hembra +solo le interesa la saliva de yeguas y vacas pariendo +poema sobre acompañamiento al animal que pare y sobre su cría y sus cuidados y tumbarse juntas ++mención de nuevo a la bicicleta y a los conejos +++uso llamativo de paréntesis () lo cual es extraño en el libro “(mientras gritas me empapo de ti)”, sospechamos que para insertar un tono de voz diferencial pero no nos da tiempo aunque también podríamos considerarlo por ello una suerte de reposo pero dudamos de la generosidad de Nadia, de hecho la repudiamos CÓMO COÑO VA A SER GENEROSA NO PUEDE NO DEBE NO QUEREMOS QUE LO SEA NADIA NO NOS REGALES TIEMPO NI PAUSA NI AFECTO LECTOR NO NO NO +30: iba a estallarme la cara de abundancia +agua de río y algas +imagen y escena muy naturalistas (concepto de escondite otra vez aunque pocas pero joder) +frase clave del libro (entre otras, pero pocas tan): “el horizonte es la casa solitaria de una mujer sola” y descripción del paisaje, del entorno.
Ahora sobre envejecer y reír en el presente y esquivar la amargura, mención doble a la madre y a la yaya,,, primera escena de caracoles crujiendo bajo sus pies +montaña verde +infancia +paso del tiempo +niña vs. niñas otras ++sus quemaduras son las mismas que las de madre y la yaya morada +++”reír antes de que el miedo a la enfermedad ya no justifique el insulto” +ojeraESPERAD. Qué intensidad. Paramos. Enviamos abajo:
baba, onomatopeyas incrustadas de nuevo: chof chof +ojalá un buen baño limpiara todo eso +32: otro poema que inicia con un Soy::: ”Soy una burra que chupa el hocico de su hermana” (el mejor ejemplo hasta ahora de la animalización de la humana); es como si contara desde un final de todo con la casa y la vida ya destruidas y quedando solo vacíos y retales y materiales +pregunta ¿dónde están las brasas? (algo mantenido y al mismo tiempo que ella y la yaya siempre conservaban hasta el final el fuego) +es genial cómo vas enlazando y uniendo símbolos y significados del cosmos-imaginario de la autora según lees a nivel acumulativo +en marcha;;; ya no hay nadie en esas rocas, esa cala no te menciona +mención a la monja. Más:
Uno de los poemas más tremendos del libro +vaya inicio; lo dejamos aquí solo, apartado, para que flotéis un poco: “Salieron los tumores fotografía”
Una presencia más clara de un niño (ni niña ni cría animal, eh) y observa la falta de pelo del enfermo y sucesión de imágenes en torno al bebé +mención a verlo todo a través de pantalla +volver al pueblo +familia (prima mayor de nuevo) +amamantar y derivados en varias sugerencias de escena ++calostro y yemas se repiten a lo largo del libro +++perfil difuso y foráneo (ojo a foráneo) +34: otro tremendo poema (se acumulan bastantes así a partir del 20 aproximadamente, como si ganaran en dureza, en condción diamantina): ”La primera vez que madre te introduce los dedos”
Es uno de los poemas más escatológicos;;; imagen extraña del despertador en pausa +infancia y juventud y costumbre anterior de ella de lanzarles huesos de cordero a los que corren y mucho hincapié en la mierda (quitarle la mierda pegada a las plumas y Escribo esto y me llega la mierda a los labios) y autoconciencia durante el acto de escritura +no entenderías otras palabras +dame un golpe seco +ya no huelas esto +++es la vez que más a bocajarro habla al lector sin referirse a personajes internos y desde la metaliteratura ++++la imaginamos por una vez sentada escribiendo incluso en un escritorio /// huérfanos, besarles el pico, besarles al sol y asistimos al que ocupa el hueco, el espacio número 35: es muy aragonés este poema en terminología desde morroputico hasta otros +hay varias mujeres en la escena: ella y otra +tema de partes del cuerpo animal/humano ; a escondidas (“por si alguien la pilla en el corral” repetido varias veces, je) y color lila para las piernas. Uno de los poemas menos oscuros en sentido estricto. Nunca un alivio.
Vamos: “Grano a grano el polen de la yaya”; mención a la lengua (aparece bastante también en la obra, claro), tiene una voz-presencia que le dice que ya es demasiado mayor para el amor y prefiere morirse helada antes del sol +tonos ocres, ¿te deja el orgullo con la boca llena de polen? y concepto de pedir y pedir como en otros momentos +ese tono a silenciadas también +otra vez las estrofas refieren a sucesivos momentos de la narración y escena muy oscura y algo críptica pero es que:: ”la luz poca e indirecta / que las sombras sean muchas”. Oh.
37 (penúltimo fluido y el más largo con página y pico): escena de matanza y postmatanza pura con cuero, pieles, carne, desgarro, cuernos, berrear… tarea de las mujeres arremangadas con los cabritillos y las ubres y mención nueva al caldero y ristra de alimentos y comida y condimentos variadas algunos suenan exóticos. Escena de sentarse a comer después el guiso tras la matanza con jugo de guayaba y todo, sí refiere a su experiencia en México ligada a Vientre sí +una mosca se mete en su jugo y dice que si aguanta un rato el nado la salva por valiente (((anticipamos empleo de onomatopeya sshhh en el 39 y en el último 44))) (((anticipamos el uso de Barruntar directamente como primera palabra en el 42))) pero ahora abrimos el paquete de 38: brutal choque con este comienzo desde el poema anterior: “No se puede llorar por todos”
Es otro poema muy aragonés y escena en la que sorprende a otra por las escaleras mientras las malas pájaras alcahuetean y no se atreverán a tocarla y ella amenaza con sacar la navaja que lleva y rajarlas y otra mención a las sillas de ruedas mientras que en 39: de nuevo emerge el concepto de no molestar al moverse y otro paréntesis (¿hay dos en toda la obra?): “(en las ruinas de la que se fue tan joven)” +++notamos por varios motivos enlaces con Carcoma de Layla Martínez y con Mandíbula de Mónica Ojeda, entre otras +recuerdo de una mujer cocinando se dirige a ella con ese tú (parece la madre, ¿¿no??) +protegiendo del sol los muebles acomodados +figura de la niña y del féretro +parece otro recuerdo sobre la madre +imagen de recorrido entre la maleta y las huellas sobre la humedad es como una película de la vida vivida +parece un recuerdo sobre la madrBASTA.
Ambienta 40 en diciembre. Escena de descripción y descomposición (te encoges hasta…) de una figura femenina (parece) la abuela y mención a la curva de la espalda otra vez +otra mención a los caracoles y al matojo y color naranja (del pis) y camino de la mujer vieja hacia la muerte esa noche… +es como que ahora sí se acerca pero se eligen con mucha calma las palabras.
Más poemas: genial escena de hogar con reunión artificial de madre y yaya con ella y concepto de dentro y fuera de nuevo desde la casa +agua, brasas +pulpa ¡rosa! al comenzar y pulpa carbón al terminar +llegada del que viene del frío del estraperlo ++llegada del médico al final otro contraste tremendo en ese juego de viaje de la vida por la memoria y la rutina. Mención al cierzo y el agua dulce no cura y faltan décadas para ir de isla en isla (¿una de las claves del libro de Nadia del Pozo, de Dña. Nadia del Pozo?) pero de momento 42: inicio de tres poemas finales hilados de algún modo final, rotundo, colectivo aunque ya desde el 39 con la mención del féretro hacia la muerte de estos poemas donde explota más +lo avisamos: ”Barruntar es el verbo de tus viejos y aquí lo familiar es a oscuras”
Brotan ríos color lila y cobijan soledad los labios entreabiertos y la mujer rubia no quiere que la beses;; nuevo recorrido por madres e hijas propias y ajenas y sentido de irse, de marcharse porque ahora todo viene en el sitio del copiloto y dejó un arroz allá que no hizo ella pero quién lo hizo +aquí no hay nadie (frase final) VAYA FRASE FINAL para tamaño poema sobre el paso (o peso) del tiempo y la pertenencia y marcharse del lugar después de todo y
43 (último texto fluido-prosomodal): super revelador: “Abandoné deprisa las casas enteras entre villancicos (ahá!) y chillidos de tocino”, deja atrás todo un mundo con sus gritos de venta de bragas y demás y no hace más que andar y andar y elementos como las naranjas, la saliva, el orinal, esos muchachos ajenos del campo y ese final cortado aparte para hablar de abuelas e hijas y, por fin, ¡¡¡de nietas usando la palabra nietas!!! Solo queda la vida como un planeta estéril, la melodía del fin del mundo, generaciones y generaciones de mujeres insatisfechas
AY +++44 (último poema de Barruntar, de Nadia del Pozo): comienza: “Clávame un puñal cuando no miren” y la casi única exclamación del libro: ¡hay que dar de comer a los pastores los críos tienen frío! +”Viste el mar porque tu hija fue de isla en isla” (BIEN); en autobús con los del pueblo, no eres de mucha gente tu gente somos cuatro (sirva para toda la obra);;; terrible, impresionante final bañado en ausencia al terminar otro año recordando y… la ausencia de la madre
+Aquel fin de año no quisiste bajamos las dos a tu casa mi casa +repites que la vida tiene que ser mentira por breve por tanto +sola se está muy bien +sshhh de nuevo! +secreto vs. bullicio +mucho cansancio lo de hablar sola al final como meta- tremendo para cerrar todo: “pero es mucho el cansancio de hablar sola” y ahora qué hacemos: Nadia ha hablado sola con nosotros.
Gloria a ti, Nadia del Pozo.