Entrevista a Marina Closs

-Páginas de Espuma & Altavoz Cultural, abril 2023-

Fotografía de Neil Davidson

Bienvenida, querida Marina, a Altavoz Cultural. Si reunimos sucesivamente los títulos de los siete cuentos de Pombero obtenemos: «Si yo fuera alguien / No sería / Esto / Nunca y tampoco / Lo otro / Quizá mejor / Casi nadie». Pombero es un libro tremendo sobre la identidad, la otredad, las formas intermedias de ser y estar y habitar espacios y cuerpos. ¿Cómo logras insertar ese diálogo entre los cuentos, sus títulos y los diferentes escenarios para configurar esa amalgama tan poderosa de la que se desprende una línea de reflexión sobre la fragilidad, o maleabilidad, del ‘yo’?

¡No sé si lo logro! El efecto, para mí, siempre es un misterio. Yo voy armando las muchas capas de sentido que a mí me resultan interesantes y hay un punto en el que las dejo que se acomoden solas. O que se presenten descomodadas, corridas, ante el lector. Los títulos son una especie de superficie (pienso yo) y el texto es la profundidad, pero la superficie no tiene por qué corresponderse con la profundidad ni viceversa.

¿Qué ha sido lo más complicado y qué ha sido lo más satisfactorio del desarrollo del concepto de identidad a lo largo de esta colección de cuentos? ¿Qué peso específico en la articulación de ese tema le concedes a la propia estructura del conjunto? ¿Hubo algún cuento que surgiera muy separado, en tiempo o circunstancias, del resto?, ¿alguno que te costara concluir, atendiendo también a esa construcción global de Pombero?

Empecé a escribir los cuentos por separado y sin ninguna idea clara de cómo unirlos, aunque por lo general, a la larga, sabía que iba a pasar. En alemán, componer un texto o escribir se dice “dichten”, que etimológicamente quiere decir “contraer”. Creo que todo lo que escribo pasa por ese proceso de contracción o composición y Pombero se armó así, contrayéndose. El conjunto me dio la posibilidad de trabajar sobre esas otras capas de las que hablo: los títulos, subtítulos, el índice, la misma tapa. A mí me encanta pensar que escribir un libro es casi hacerlo: meterse por todas partes. De a poco voy teniendo (me van dando) la oportunidad de participar más y decidir en todos estos aspectos.

Sin alejarnos lo más mínimo de la identidad, encontramos en Pombero una poderosa reivindicación de la diversidad lingüística frente al embudo formal impuesto desde el español, digamos, «estándar». ¿Cómo se gesta el lenguaje que recorre estos cuentos? ¿Qué grado de relevancia le otorgas a la forma, al modo en que están expresados?

Bueno, yo creo que lenguaje e identidad, en el contexto de un libro, no pueden ni siquiera separarse. Porque todo lo que hay adentro de un libro es (no siempre, pero casi) lenguaje. Entonces la identidad tiene que convertirse en lenguaje, para participar. La cuestión de la diversidad lingüística además es una especie de abismo de posibilidades. Me cuesta pensar en trabajar sin asomarme a eso. A mí, al menos (viniendo de donde vengo), me resulta casi inevitable.

Otro de sus rasgos definitorios es su riqueza intertextual. Pombero aúna tradiciones, orales y escritas, influencias, voces diferentes que podemos de algún modo rastrear desde el prisma literario y cultural. ¿Qué lecturas han significado parte, consciente o subconsciente, de tu proceso de composición de las tramas y los enfoques que podemos hallar en tu obra? Por otro lado, y sin que tenga por qué suponer ningún tipo de reflejo, ¿qué leías durante la escritura de Pombero?

Como los cuentos son muy diferentes, los libros con los que dialogan son también muy variados. Van, como decís, desde las noticias e historias sobre niños perdidos en el monte a La historia de Genji, el clásico medieval japonés. En verdad, en el cuento sobre Suzumushi (la masajista japonesa) conviven el material tradicional japonés con una historia real sobre una masajista “de provincias”, así que ahí también hay bastante de relato oral. Otro intertexto importante son los libros sobre las historias qom y wichí escritas por los descendientes de sus protagonistas. Esos textos, que se plantean como testimonios, tienen un potencial literario impresionante. Porque dan la pauta de que una percepción diferente de la realidad casi exige un lenguaje diferente. No otra lengua, porque la lengua es infinitamente plástica. Eso es lo que me impresionó leyendo esos relatos: se puede hablar de un mundo completamente diferente, en un lenguaje (casi) diferente, pero sin dejar de usar la misma lengua.

Pombero está habitado por personajes como Dunka, María das Luzes o Suzumushi. Todas ellas conforman un gran espectro de carácter femenino que atraviesa estos cuentos desde un férreo sentido de supervivencia, en una constante lucha entre la vulnerabilidad y la violencia. ¿Cómo has trabajado la figura de la mujer, protagonista de textos tan diferentes en cuanto a contexto sociocultural y, sin embargo, tan semejantes en la manera de presentar sus fortalezas y debilidades? ¿Qué es lo que más te interesa de la violencia como elemento literalizable?

Las figuras femeninas a mí me resultan las más espontáneas. Son, evidentemente, las que me salen hasta por los codos. Yo no las trato de poner en una línea, porque sé que ya lo están (inconscientemente se alinean, quiero decir, no hay mucho trabajo en eso). De la violencia a mí me suele interesar mucho ese tipo de agresividad de la que nadie se hace cargo. La agresividad cotidiana e inconsciente. La violencia “aceptada”, que va cambiando con las épocas. Que se transforma y, justamente así, sobrevive. Siempre es horrible y siempre persiste, así que la cuestión de la fortaleza y de la supervivencia me parece que nunca dejan de ser la clave para poder enfrentar este tipo de violencia. Literariamente, creo que esas dos ideas (fortaleza y supervivencia) me interesan incluso más que la violencia.

Iniciamos la lectura con el cuento Si yo fuera alguien (Pombero). Rápidamente entramos en una dimensión frenética de imágenes, estéticas, léxico y ritmo que nos provocan tanto desconcierto como fascinación, gracias también a esa inmersión que promueve la primera persona narrativa. Más allá del mencionado poderoso componente lingüístico, incluso más allá del «lirismo» que suscitan algunos fragmentos, nos gustaría adentrarnos en tu mecanismo escritural más orgánico, Marina, ese que nos hace preguntarnos por aspectos como la escritura automática o por el sentido de post-producción en tus textos: ¿cómo es tu rutina creativa volcada sobre cuentos como este?, ¿cómo afrontas, para empezar, el vacío previo a la creación y cuánto le dedicas al remate final, a la versión definitiva una vez has cerrado el grueso del texto?

Bueno, yo pienso que los escritores pasamos por un largo período de “escultores”, pero, en el fondo, lo que nos caracteriza como gremio es que, antes de ponernos a esculpir, tenemos que inventarnos una piedra. Porque no trabajamos sobre ninguna realidad más que la lengua (que es casi la forma más inmaterial de la materialidad). Hacer una piedra es el primer trabajo. Para mí es la parte fácil. A veces termino la piedra y me doy cuenta de que es horrible e inútil, claro, pero no es que me haya costado tanto hacerla. Lo que sí me cuesta, me da mucho trabajo, me genera toda clase de dudas y dificultades y, en fin, se transforma en la parte de la escritura en la que participo más activa y concienzudamente es la corrección. Que me lleva, por lo general, años. Y, después, soy muy obsesiva con los finales, no soy nada posmoderna, para mí el final es la única manera de cerrar esa especie de burbuja que es el texto y lograr que siga flotando. Suelo dar muchas vueltas con los finales. No porque quiero que sean inesperados o impresionantes, sino porque quiero que sean algo así como “la clave”.

Se trata de una colección capaz de ser palpada, ofrece texturas, también desprende olores, invita a ciertos gustos diferentes en el paladar, está descrita desde una fuerte concepción de los sonidos… ¿Qué texto de Pombero consideras que reúne más virtudes transmisivas si mañana pudieras optar a trasladarlo al audiovisual, a una película, a un cortometraje…?

Me encantaría que La bella Marioka sea un cortometraje animado. Pienso que está casi servido.

¿Qué tal ha sido tu experiencia editorial con de Espuma?

La gente de Páginas de Espuma me viene honrando, sobre todo, con su entusiasmo. La verdad es que yo siempre pienso que escribo libros raros, difíciles de procesar, a veces demasiado exigentes. Y en Páginas de Espuma me vienen haciendo sentir que eso no es un problema, que todo eso puede tener su lugar. También estar en una editorial que privilegia los cuentos por sobre los demás géneros literarios es genial. Porque la mayoría de las instituciones privilegian el género novela casi por inercia, pero, a esta altura, siempre me pregunto hasta qué punto eso tiene algún fundamento (quizá la inercia es el único fundamento). Darle prioridad al cuento es toda una muestra de convicción y energía.

¿Qué planes promocionales confesables giran de forma más o menos inminente alrededor de la presentación de Pombero al público? ¿Cómo consideras que se introduce la obra en el panorama literario actual, especialmente teniendo en cuenta que tu voz va a disfrutar de un contundente viaje lector por diversos países hispanohablantes?

Por ahora, creo que estaré en la feria del libro de Buenos Aires y eso es lo único inminente. En cuanto al panorama actual, yo quiero participar más de sus mutaciones que de su status quo. No porque me disguste especialmente, sino porque prefiero intuitivamente los cambios, no me gusta venir a corroborar nada. Sobre todo, disfruto mucho de las cosas inesperadas, así que por ahí creo que iría mi esperanza.

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