Yeray Barroso

-Libero-

   Yeray Barroso ha escrito una obra fascinante: en estética, imaginario, impacto, riqueza intertextual, coherencia. El catálogo de Libero está plagado de tesoros desmontables, intercambiables, en definitiva: lúdicos, que permiten recrearse en el gozo lector más allá de la relevancia de su mensaje, de su trascendencia comunicativa. La tarde será roja cuando. es hoy uno de nuestros mayores hallazgos poéticos en mucho tiempo: un libro que nos deja tocar, pisar su tierra y regresar al poema de hace veinte páginas, recuperar la cuerda, morderla, apretar y soltar, destensar, volver, volver, volver. Volvemos a un lugar que no conocíamos y el cual ahora no queremos abandonar. Una delicia. Una delicia roja.

   La caja continental es un túnel de 3-2-1-BUM constituido por una tríada de fragmentos de audio de la vieja, dos espacios amplios, el primero más ventilado que el segundo, troceados sobre la tabla de la vida en días y solo números, respectivamente: Tal y como suceden los días vs. La tarde será roja cuando, con veinticuatro cortes para el primero y trece (del 0 al 11 pasando por encima de ese yo-yó compuesto por 1 y 1.2) para el segundo. El BUM central es la mismísima tarde, que explota en el comienzo de la segunda parte y cuya onda alcanza poemas posteriores y precedentes, impregnando, también con carácter retroactivo, la totalidad de las páginas. Veamos el gráfico -dice extendiendo una especie de varilla / puntero / ¿fusta?-: [[[fragmento de audio de la vieja [[primera parte: Tal y como suceden los días + fragmento de audio de la vieja – segunda parte: La tarde será roja cuando]] BUM] tercer fragmento de audio de la vieja]]].

   Perros y ojos. Perros, heridas y ojos. Perros, heridas, ojos, BUM. Cuidado con la portada y con la contraportada (esas sábanas), y mucho cuidado con el Día 5, que incluso resulta la excepción en su aspecto formal al haber sido debilitada su fuerza negrita… Pero vayamos pasito a pasito, ladrido a ladrido. La familia rebosa la fotografía de dolor, amor y ausencia. En ella aparecen la vieja, el niño, el padre, los hermanos. Se observa distancia suficiente para huir y fuerza afectiva a punta de rasgar el material. La enfermedad y el hambre azotan desde el primer contacto, como si viviéramos el avance de los versos dentro de un huracán: pero no: lo vivimos dentro de una tarde, una tarde (cada vez más) roja, una tarde que todo lo tiñe de calidez, color, deshidratación, fuego. Barroso obra el milagro de envolvernos desde el segundo uno en un escenario pleno de tarde, de ubicar su acción y ubicarnos a nosotros como espectadores en un espacio temporal fijado entre el atardecer y el anochecer, en el grueso de esa luminosidad que aquí se siente tan desértica, tan demoledora, frentea un sol que pinta rajas rojas sobre nuestra piel y colorea con rubor nuestras pestañas. 

   Inherentemente a esto acontece una suerte de segundo nivel de milagro: se percibe todo el libro rojo desde el principio, aunque sea implícito, lo que resulta brutal en inmersión y sentimiento; un rojo apenas roto en ciertos instantes, especialmente por su archienemigo el blanco, de significado propiamente rupturista en el argumento del texto, y algunos matices de azul y de negro que emergen en la segunda mitad. Ese efecto choque entre rojo y blanco se detecta rápido ya desde el mismo diseño de las caras de la obra, pero adquiere toda su semántica con el discurrir de los versos, que elevan su combate hasta un plano tanto simbólico como humano absolutamente espectacular (y desgarrador). 

   Sembremos los códigos que desbloquean las puertas hacia el tesoro de esta pirámide: Día 5 y Día 20, para empezar. El primer y epicéntrico diálogo interno: la tarde y su rojo asisten a una escena de hermanos perros, muerte (no sabemos de dónde procede tan fuerte olor, pero no será la única vez que sintamos su golpe en nuestra nariz; qué obra tan sinestésica, qué talento tridimensional el del autor) y decisiones en torno a la necesidad de supervivencia. Ese egoísmo. La práctica que ejecuta Barroso sobre su lienzo: ese recorrer de ida y vuelta, esa hiperconsciencia trasladada al lector (“pienso en el día quinto…”) revela una de las claves formales y uno de los recursos narrativos sublimes del poemario. En el Día 20 hallaremos continuación y tremendo remate. 

   La ferviente intertextualidad tiene la culpa (gracias) de otros tantos puntos álgidos de la maestría narrativa que disfrutamos en La tarde será roja cuando.: con versos, citas, títulos, proyectos de y diálogos a partir de otras voces se hace tangible, en la superficie roja, un tejido soberano que abriga de (re)conocimiento, de bella conversación una línea discursiva extraordinariamente poderosa. Berta García Faet entre ellas para dejar la mayor porción de foco al fabuloso episodio de Eugenio Millet: acudan al Día 7, donde además se inicia el escenario protagonizado por el elemento mariposas y también se aprecia otro de los geniales recursos del autor: las notas al pie. No se alejen del 7: los días 7 y 17 son capitales para el transcurso del viaje poetizado.

   La figura sobre la que pivota la acción (y la cámara hace zoom cuando emerge de su implícita labor sombría) es la vieja. En sus audios hallamos el gran fondo de la tarde, en sus sábanas tendidas (volvamos al Día 5, que inspira todo el aparato visual de la obra) hallamos el contraste feroz vida-muerte, en su voz punzante y clara (qué mérito su construcción como tráquea ‘ajenada’ respecto de la voz autoral impuesta en el resto de textos) nos deleitamos con la consagración del dolor como herencia generacional, su probable pero compleja sanación, su ligazón con la tradición (ese mal de ojo que adquiere en esta propuesta una dimensión superior), todas ellas aristas de un imaginario de hondo marcaje religioso, ideal para la canalización de los mensajes arrojados por el altavoz situado en esa especie de llanura ardiente.

   Desde la salvación hacia las formas concretas de redención, existencia y convivencia: señalamos manifestaciones de amor sutiles muy interesantes en algunas escenas dispuestas en los días 15 y 16, que conforman un binomio evolutivo desde el yo-joven hacia el nosotros-futuro. Tras el primer perro en el Día 1 llegan los primeros ojos en el Día 2. Es en el Día 6 donde tachamos otra línea intertextual mágica: se menciona el centro del agua con fines particulares, una imagen que enlaza con la proyección (extensión reminiscente) de huida al centro del agua, poemario del propio autor. 

   La afluencia de elementos rojos estalla con contenida contundencia en el segundo tramo de la obra, cuando prescindimos del concepto de días: hasta entonces solo una promesa es roja… El Día 17, por su parte, desata tras su brillantez per se (en estructura, imagen y mensaje) una cadena de conceptos importantes para la continuación de la lectura, en el trayecto final de este primer tren, ya con un ojo puesto en el salto hacia el andén posterior: lo salvaje, la pregunta, la acción-mantra de llamar/tocar/aporrear a la puerta… 

   La interconexión permanece fuerte en la sucesión de días: el Día 13 y el Día 15 describen una horquilla a partir de su anafórico comienzo con un ‘a veces…’ que crea una estructura por la que transita el carril del Día 14; la uva y el mosto representan uno de muchos gloriosos sentidos de cambio/mutación que atraviesan el conjunto: en 1 y 1.2 [segunda parte] encontramos también un sentido de poso que comienza a contestar algunas de las cuestiones disparadas aquellos días… Se recupera con extraordinaria lucidez la relación paternofilial que abre la puerta (y la herida) a esta cosmología familiar que ya arrojó parte de su terrible encanto en el anterior libro que ostenta Yeray Barroso en el catálogo de Libero: nunca seré mi madre y no pariré a mi hermana. La herida se despliega (se nombra con cadencia) conforme avanzamos hacia la luz / el barranco / el salto / la cura definitiva.

   Esperamos a que caiga la noche (esa amiga-verduga) para recoger algo más templado el cofre rebosante de talento y destellos y estrellas aplastadas. Yeray Barroso ha orquestado una tormenta de arena que arrasa todo menos lo que no puede: conservan su mirada la vieja y el perro tendido, conservan sus manos las vendas de un tiempo que gruñe suave por el dolor, de un clima ácido como de tarde roja, que talla en nuestra introspección la identificación universal de la vulnerabilidad y la función orgánica de la sensibilidad como escudo, lanza y polea.  

Altavoz Cultural

ENTREVISTA A YERAY BARROSO

Fotografía de Tayri Muñiz Pérez

Bienvenido a Altavoz Cultural, querido Yeray. Nos gustaría comenzar preguntándote por ese primer estímulo que te lleva a crear La tarde será roja cuando. y, tras él, por su proceso creativo en cuanto a imágenes, elementos y semántica construida hasta abrazar su versión definitiva.

Desde hace un tiempo me pregunto de forma constante qué es eso que se ha dado en llamar capital cultural y qué elementos configuran el mío. Se podría pensar que la diversidad de lecturas es el hecho definitorio que nos hace ir alejando el horizonte del conocimiento un poco más cada vez. Pero ¿dónde queda el misticismo de la realidad cotidiana? He llegado a la conclusión de que igual de importante que una obra de Bach es el altavoz que, sobre un citroen de color blanco, recorre el pueblo anunciando el entierro de una persona mientras los perros lloran, la casa se calla y la gente escucha con cierta congoja. Capital cultural es leer a Cernuda, Rilke, Anne Carson o Pessoa, pero también lo es una abuela rezando el mal de ojo a un niño recién nacido mientras su nieto llega de la escuela. Concretamente, la tarde será roja cuando. nace de una cuestión que en su momento me planteó Andrea Abreu. ¿El mal de ojo solo se puede transmitir por envidia? Pregunté a esa abuela que rezaba. El mal de ojo también se puede transmitir por amor, me dijo. ¿Y si el mal de ojo, esa enfermedad del inconsciente colectivo, está impregnando a toda una sociedad, como una especie de permanente cotidiano? De ahí nació el libro.

¿Cómo conversa este poemario con huida al centro del agua y Nunca seré mi madre y no pariré a mi hermana, los cuales se manifiestan de manera más o menos explícita a lo largo de La tarde será roja cuando.? ¿Qué herencia, en términos de filias formales e intereses argumentales, muestra este respecto de aquellos?

Nunca seré mi madre y no pariré a mi hermana y este último, la tarde será roja cuando., beben de la misma raíz: la memoria colectiva, la transmisión oral, la deconstrucción y reconstrucción de las identidades. 

huida al centro del agua fue, creo, el libro de alguien que se buscaba  poéticamente.

Hablemos de colores: sobre todo del rojo y del blanco, que centralizan un duelo simbólico espectacular. ¿Qué te interesa de la tradición literaria vinculada a ambos para construir tu propia interpretación y ponerlos a funcionar sobre tus versos? 

El rojo es ese color protector frente al estímulo de esa especie de enfermedad que popularmente se conoce como el mal de ojo. En los versos es presagio, pero también es superstición de que hay alguien, algo, que en el fondo está protegiendo contra lo malo que pueda ocurrir. Más que la tradición literaria me interesaba aquí la tradición de las creencias.

¿Qué virtudes del lenguaje te resultan particularmente útiles para proyectar tu cosmos en esta obra? ¿Qué límites, normas o barreras artificiales o naturales derribas conscientemente para poder lograr tu objetivo?

Con todo el cóctel que he ido comentando, la tarde será roja cuando. es un libro concebido desde el juego. Trato de permitirme escribir como me apetece en el momento que me apetece: ir al lenguaje cotidiano, casi prosaico, cuando quiero. Irme, por contra, a cierto halo de misticismo cuando me apetece. No había filtros mientras escribía. Sería un elogio si alguien, mientras leyera los poemas, estuviera pensando en alto un WTF?

¿Cómo ha sido retornar a casa, a Libero, para la publicación de esta obra? ¿Qué consideras que le ofrece La tarde será roja cuando. al tan diverso panorama poético actual? ¿Qué te ofrece a ti personalmente la poesía como modo de expresión en detrimento de otros?

Libero es la casa que toda persona querría tener. Publicar con Inés es sentir el acompañamiento, saberse escuchado, tener consejos de alguien que quiere tu obra para exprimirle todo el jugo que pueda dar. No he sentido que haya retornado, porque nunca me he ido. 

Deja un comentario