-Sociedad Júpiter-

   Tamara Romero: el éxito del underground literario en su máxima expresión. Una de las más sobresalientes narradoras peninsulares, exquisita, feroz y potentísima en su pluma, poseedora de un talento y una capacidad literaria excepcionales, autora de una nueva antología de cuentos, Objeto ancla, que es otra soberana demostración de su dominio de lo breve, impactante y original(mente extraño, acaso ominoso, escalofriante). Qué gozo leerte.

   Siete relatos interconectados a partir de sus personajes hacen las delicias de quienes gustamos de saborear, de lamer, el erizo del desasosiego hasta el orgasmo. Todos presentan personajes femeninos grotescos y todos están contados en primera persona al cuello del lector, como si, atendiendo a esa interconexión de personajes, fuera rotando el turno de palabra para la siguiente boca que se acerca a nuestra nuca. Griselda, Ingrid, Elia Dimitriadis, Beca, Adela… El tercero, Galactogogos, es el que contiene en su cofre el concepto de ‘objeto ancla’, mientras que la fascinante imagen de la cubierta se la debemos al cuarto, La carcasa, protagonizado por Arlene, la mujer de la ciénaga a partir de la cual dividimos el libro en 3-1-3 para una simetría formal superior. ¿Lo oís? Ya vienen…

Una buena amiga

La virtud de comenzar una antología con uno de sus relatos más impresionantes: cumplida. La historia de Margot desde los ojos y voz de su íntima amiga fiel Griselda. Perturbación y sacudida a casa centímetro. Payasos merodeadores de fondo. Bueno, de fondo hasta que te estampas con ellos. Sospechas y personajes del círculo que pivotan sobre silencios, ausencias y visitas. Dramas personales bailan alrededor del centro penitenciario. Cada una carga su cadena -o su hueco-. Ingrid (protagonista de Esfinge severa y voz que relevará a Griselda), la ginecóloga Elia Dimitriadis y una Margot terriblemente atractiva, hipnótica. Un final tremendo asesta el golpe definitivo que conmociona. Gloria inicial.

Esfinge severa

De un nuevo hogar a un hogar arrendado. Ingrid -nombre mencionado y, por ende, mujer identificada en el texto precedente, no aquí, en su propio escenario, lo cual solo magnifica la fabulosa maquinaria literaria que pilota Romero-, capitanea otro trío de personajes cuando menos pintorescos: el Vecino (Cloro) y la señora Agnes completan el triángulo. Horadar se vuelve verbo necesario y la curiosidad del gato denuncia un problemón -que crece y crece-. Los secretos y las ambiciones son objeto de deseo incontrolable, siempre. Cómo mantiene nuestra atención cada página es mérito de una trama-anzuelo sublime y una ejecutora -esa voz- tan habilidosa, auténtica. 

Galactogogos

De imagen final inolvidable -aún nos arrea picotazos en la sien cuando nos chocamos con el libro al recorrer con los ojos la biblioteca-, este tercer cuento es una pieza terrorífica maravillosa. La doctora Dimitriadis y su peculiar paciente Zoraida Fiz co-protagonizan una historia de pseudomaternidades, alimento y química humana. La extrañeza procede una vez más del tú que trata con el yo narrativo, un tú que acorrala y azota el comportamiento de ese primer plano hasta distorsionar la visión global de la trama. La cotidianidad es otro de los enormes elementos que asientan cada aventura narrada y, en este caso, explota una natural convivencia de pareja para arrojarnos al espinazo el factor sorpresa que, oculto en la cortina del final, nos machaca la paz. Nada como una feria de productos campestres para triturar nuestros nervios haciendo mucho ruido, hasta ordeñarlos.

La carcasa

El texto con el elenco más numeroso desprende algunos de los rayos más poderosos y brillantes del conjunto. En estética, tensión y desempeño del grupo formado por Gus, Isaac, Lidia… hallamos ciertos puntos fuertes sobre los que se levanta la leyenda de la mujer de la ciénaga. Nos da tiempo para descubrir el genial concepto de ‘carcasa’ que comenzaremos a emplear en nuestro léxico y para retomar la mención a los payasos que pululan por ahí con el fin de abrochar, como ya advertimos, los propios relatos. Disfrutamos de sus momentos de clímax y aterrizamos exhaustos para besar el horror sin poder apartar la vista. Es todo tan verdoso.

Lamer un cactus

Síndrome de Estocolmo, “amor tóxico”, una especie de regusto bedesemero en su vertiente más sadomasoquista… Ninguna vale para tratar con certeza uno de los textos más crueles, obsesivamente sublimes y cálidos en términos de sociología y angustia. Ya el título. La luna de miel mencionada en el relato anterior abre sus alas para echar a volar con Beca y Lidia, rumbo al Hotel Letargo. Fobias, perversión, manipulación y concepto de amor un tanto digamos cuestionable componen el cóctel espectacular que nos bebemos de un trago, para que pique bien. Norias, cactus, balcones, tartas… Todo un menú de alta maldad para una relación a prueba de daños irreparables. Hasta que la muerte nos separe. En la salud y en la enfermedad… Qué delicia para leer con la lengua temblando.

Un sendero eléctrico

El sexto y penúltimo abre un pequeño espacio, como una buhardilla, para deslizar su historia y la próxima. Permanecen almas conocidas e ingresan otras notablemente ajenas, alejadas de la burbuja humana que hasta ahora había gobernado la maraña de conexiones. El doctor Belnep y los pueblos de Montículo y Pináculo -sí: Romero es también maestra en el fino arte de los nombres locativos, desde la cárcel de Mirabosques hasta el Hotel Letargo sin dejar pasar por alto este binomio que se siente tan exótico como fantástico- reúnen la base identificativa del cuento, que proyectará su andadura hasta el alunizaje contra la señora no-Elisa, portadora de la memoria de la insigne modista Azucena Valdés. Un olivo, unos maniquís y unos vestidos -y mucho mal rollo- configuran el terreno sobre el que acontece el espeluzne, que por cuestiones visuales -y campestres- dialoga con la propuesta tendida en Galactogogos. Perturbador sería aquí un simpático eufemismo.

Aplaudirán cuando me vaya

Si de Griselda y Margot salía la línea de Ingrid, de Lidia y Beca surge la vía de Adela, última protagonista de Objeto ancla, que encarna una voz inherentemente integrada en el contexto familiar que la devora, ubicada en el pueblo de Pináculo. El reparto es inquietante: desde la recientemente entrada en la mayoría de edad Viviana, motor de la acción, hasta el espectral hermano Robo y la inmortal abuela Pristina. Rebanamos cada capa de la extraña familia hasta alcanzar dos precisiones: la ausencia de salud mental -extensible al pueblo- y el devenir del concepto de “infierno” que tan bien funciona en la gran pantalla para referirnos a esos lugares que solo producen mal, dolor y pavor -la estación de tren de allá se llama Estación del Desaliento-. La no menos afilada costumbre de los aplausos en la despedida se camufla con nuestra propia ovación al cerrar un nuevo texto deslumbrante para un final de antología espectacular.

   Tamara Romero dirige una tropa de mujeres atravesadas por la locura, el delirio, la pasión, la perversión, el instinto de supervivencia y la imprevisibilidad más íntima de la especie humana. Los siete cuentos que arman Objeto ancla trotan sobre terreno pedregoso, verde-pantano, duro-cemento, por selvas urbanas y ciudades asalvajadas; proyectan las costuras de la verosimilitud hasta rayar nuestra carne con su aguja de miel negra. La entrega de esta obra al panorama literario la convierte en una reliquia instantánea. 

Altavoz Cultural

ENTREVISTA A TAMARA ROMERO

Muchas gracias por aceptar esta entrevista sobre Objeto ancla, querida Tamara. ¿Cuál es la génesis de la antología como conjunto? ¿Cuál fue tu primer estímulo para entregarte a escribir sus siete textos y cómo fue su proceso creativo desde una perspectiva panorámica?

Este libro no es una simple recopilación. No me senté a revisar mi disco duro y ver qué cuentos podía publicar. Todos ellos fueron escritos para este proyecto en sí porque aunque son historias independientes, en todos hay al menos una referencia o un personaje que aparece en otra de las historias. Esos elementos son los “objetos ancla”. Escribí casi todas las historias en verano de 2022, más o menos una por semana.

¿Qué obras, sean literarias, sean audiovisuales (cine, televisión…), han ayudado a la confección del espacio sobre el que se desarrolla la acción de Objeto ancla? Particularmente, ¿qué escritoras han tenido hasta la fecha una cierta influencia sobre tu manera de contar historias?

Me gustan mucho los canales de crimen y misterio que encuentro en Youtube. Me inspiran mucho a la hora de escribir. Empecé a verlos para aprender sobre procedimientos policiales y judiciales, por si en el futuro intentaba escribir algo con tintes de thriller. No suelo ver series. Me gusta ir al cine de vez en cuando y ver documentales. En general me interesan mucho los escritores o artistas que trabajan con tabús, que tratan temas incómodos o censurables. Una escritora que siempre me ha encantado y que, supongo, me ha influido en cierta medida es Tanith Lee, muy poco editada en castellano, por cierto. Pero supongo que no soy cien por cien consciente de mis influencias.

¿Cómo fue trabajar ese microcosmos basado en la interrelación de los personajes principales que transitan las páginas de Objeto ancla? Asimismo, de Margot a Adela, ¿cómo ha sido esa configuración tan compleja del personaje femenino a lo largo de estas historias conectadas?

Quería que todas las historias funcionasen de forma independiente y también en su conjunto, pero al mismo tiempo mi forma de escribir es orgánica. Si es una configuración compleja, yo no lo percibo cuando estoy escribiendo. En ese sentido solo he prestado atención a los personajes secundarios de cada relato y les doy más entidad en el siguiente. Mis protagonistas suelen ser femeninas desde siempre, así que lo único que intento es dotarlas de una identidad fuerte, aportarles trazos muy distintivos.

¿Qué filias y qué fobias propias has estampado, con mayor o menor explicitud, en Objeto ancla? ¿Cuáles de ellas vienen arrastradas desde tus obras anteriores, por tanto ya compartidas con tus lectores, y cuáles han florecido últimamente con especial fuerza en tu vida y han recibido su primer eco en esta publicación?

Hay muchos temas que me interesan y que están en los relatos de Objeto ancla: la cárcel, los entornos laborales y las relaciones que se crean ahí, la violencia inmobiliaria, la obsesión victoriana por el antiguo Egipto, el sadomasoquismo, el terror rural…Ya he escrito sobre sadismo y sobre cárceles, por ejemplo. Mi novela “Atena Telurian” se desarrolla en una cárcel de la que las reclusas pueden salir y entrar libremente. En “Respiración de fuego” saqué a dos compañeras de oficina a vivir una aventura de terror nocturna. Nunca había escrito, por ejemplo, sobre una relación LGTBI con tintes sadomasoquistas, como en la historia “Lamer un cactus”.

¿Qué cualidades literarias ya entrenadas y qué rutinas dirías que has mantenido conscientemente para desarrollar la escritura de la obra? ¿Qué elementos, escenarios y/o hábitos creativos has introducido de manera específica, tal vez novedosa, para llevar a cabo su materialización?

No escribo todos los días pero sí lo hago de manera regular. En los últimos quince años nunca he dejado de escribir, así que lo que más me funciona es fijarme pequeños objetivos o plazos e intentar cumplirlos cuando otros compromisos me lo permiten. No romantizo lo que hago. Siempre me he dicho que solo estoy contando historias, quiero quitarle relevancia. No es “especial”, pero lo disfruto. En el caso de “Objeto ancla”, nunca me había sentado a escribir una colección de relatos, uno detrás de otro. Generalmente se recopilan los que ya están escritos con el paso de los años. En este caso, todos están creados correlativamente, pero eso era importante para que las historias dialogasen entre sí.

¿Qué planes promocionales tienes pensados para Objeto ancla? ¿Qué recepción está teniendo hasta la fecha por parte de la comunidad lectora? ¡Te deseamos lo mejor!

La verdad es que mi promoción se basa en seguir escribiendo, en crear nuevas historias. Siempre he pensado que la mejor promoción de una obra es crear otra, construir un conjunto de obras con el tiempo, y que todas puedan estar disponibles con el paso de los años. Publiqué el libro en octubre y no acostumbro a hacer una promoción activa de mi trabajo. Simplemente lo dejo en manos de los lectores y empiezo a escribir otra cosa. Casi todos mis libros están autopublicados así que no tengo ninguna presión de ventas. He publicado más de diez y tengo una pequeña comunidad de lectores, así que me limito a informarles cuando hay un nuevo libro, a través de mi web y mi newsletter. No utilizo apenas redes sociales. Estoy muy contenta con la recepción de estos nuevos relatos, que además se apartan un poco del fantástico, así que era consciente de que no iban a gustar a todos mis lectores habituales. Pero para mí es importante explorar nuevos caminos.

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