¿Quién es Pablo Llanos Urraca desde el punto de vista externo a la Literatura? ¿Qué formación, pasiones e intereses configuran tu día a día?

No soy alguien diferente a los demás, mi día a día lo ocupa mi trabajo como ingeniero informático en IBM y mi familia. Os diré que antes de contestar a estas preguntas salía del despliegue de Marenostrum 5, el supercomputador que se está construyendo en Barcelona y que será uno de los más grandes de Europa. En cuanto acabe de responder a Altavoz Cultural recogeré a mi hija en el cole, iremos al parque y después del baño, la cena y el cuento antes de dormir… Después intentaré sentarme a dar forma a lo que haya anotado durante el día.

Antes de ser padre fui entrenador de baloncesto femenino, organicé unas TEDxTalks, monté y cerré mi propia empresa, no sé, supongo que soy una persona curiosa. Pero no creo que todas estas facetas estén fuera de la literatura. Para cada cosa a la que me he dedicado con esmero he adquirido un lenguaje. Mi vocabulario activo, el léxico técnico de mi profesión, las expresiones propias de aficiones como el baloncesto, mi forma de hablar en público o redactar mails, las conversaciones absurdas con mis amigos, la manera de hablar con mi hija, el lenguaje común con mi pareja y los diferentes marcos de pensamiento que conllevan dan forma a mis diferentes facetas.

Mi yo padre, escritor, observador, amigo, entrenador, informático o poeta no son distintos yoes, son todos los lenguajes que habitan en mí y, como tales, se trasladan a mi poesía y a mi narrativa.

¿Cómo surge en ti la relación con la Literatura, como consumidor y como autor? ¿Cuáles han sido tus primeros pasos creativos en este sentido?

Yo era un niño muy tímido que estudiaba en un colegio de monjas. La clase de manualidades se impartía en un aula demasiado pequeña en la que solo cabíamos la mitad de los alumnos. En el camino nos dividíamos en dos filas y alternativamente unos hacíamos punto de cruz y otros leíamos libremente en la biblioteca. Yo odiaba el punto de cruz, así que empecé a escabullirme y quedarme siempre en la fila de la biblioteca. Mi odio al punto de cruz se transformó en un amor incondicional por los libros de Julio Verne, Emilio Salgari y de los mitos griegos y después por toda la lectura en general.

Empecé a interesarme por crear cuando me trasladé a vivir a Madrid y allí me inscribí en la escuela de escritura Hotel Kafka, en los talleres que impartía Eloy Tizón. Después, fui cambiando de ciudad y pasando de taller de escritura en taller de escritura, con profesores como Jesús Aguado o Hernán Casciari, entre otros. Empecé a acumular textos en el disco duro de mi ordenador. Sin embargo, no fue hasta después de la pandemia cuando me planteé la posibilidad de publicar.

¿Cómo nace Bostezos, distinguido como poema del mes en Altavoz?

Bostezos nace de los bostezos. Así de sencillo. Pero quizás deba dar una explicación más larga. Entre el 30 de junio de 2011, día en el que cumplí 37 años, hasta el 24 de enero de 2015, día en el que nació mi hija, realicé una especie de experimento o ejercicio literario en Twitter. Cada mañana, al levantarme, escribía un tuit que empezaba con “Buenos días, me despierto bostezando…”. Aunque algún día fallé, en total escribí más de 1000 tuits con esta fórmula diaria. Algunos de corte más poético, otros que se dejaban atravesar por la actualidad o por mis circunstancias personales.

Todos se pueden consultar en Twitter en mi cuenta @pallanur, pero en previsión de lo que pueda hacer Elon Musk con esta red, decidí poco a poco copiarlos todos en Word para ver qué podían mostrarme. De los tuits de los primeros meses nace este “Bostezos” que ahora está en Altavoz Cultural. Y de los restantes nacerá un próximo poemario en el que quiero respetar esa cronología para que se vea cómo incide el paso del tiempo. Quiero experimentar con la idea de que en un mismo poema los versos estén escritos en diferentes años y aun así, de alguna manera, conversen entre ellos.

¿Cómo es tu proceso creativo en general, dedicado a la poesía, más allá de esta composición en concreto? ¿Qué te aporta como género la poesía que no te ofrezca el resto como medio de expresión?

Me gusta jugar con el relato, el aforismo y la poesía. Creo que atravesar los géneros es uno de los puntos de ruptura creativa con la literatura heredada. No me refiero a escribir cualquier tipo de texto y etiquetarlo como poesía, sino a mezclarlos, a retorcerlos. En este sentido me gusta el trabajo de Vicente Luis Mora en sus recientes “Circular 22” o “Teoría”. Mi poesía se ve salpicada por el relato y viceversa. Pero esto ocurre casi más en el proceso creativo que en el resultado final. Creo que se debe a mi forma de vivir. Carmen Camacho dice que la inspiración le pilla limpiando la nevera. A mí me ocurre que me pilla montando un supercomputador o leyendo un cuento de Gianni Rodari que no admite pausas, así que anoto esa idea en una libreta, o servilleta o me mando un audio a mí mismo por whatsapp.

Voy recopilando mis extrañamientos y quedan ahí, sin género. Después hago con ellos un microrrelato. Los exprimo hasta sacarles el poema que llevan dentro y finalmente les doy una estructura propia de un relato. Esto ocurre en el libro que autopubliqué en Amazon, en el que se cuenta la historia de una redactora que hace poemas con las fotos que le llegan a la reacción y con “Manual de Modelado de Corazones”, que en un principio estaba compuesto por poemas inspirados en mis relatos y quedó finalista en el certamen al que lo presenté. Pero cuando me decidí a hacerlo manuscrito me faltaba la forma de unir los poemas para darles un sentido. Y ahí volvió mi alma de cuentista para dar al libro una estructura narrativa que cuenta una historia que creo que se aprecia al leerlo.

¿Qué valoración haces de los certámenes y premios literarios? ¿Qué opinión te merece, paralelamente, el mercado editorial actual?

Primero he de decir que teniendo una profesión en otro sector tan distinto como es el tecnológico, para mí, el mercado editorial es un sinsentido loco. Sin embargo, no me atrevería a decir que hay que cambiarlo, no sea que pase como con el mundo de la música o del cine. Aunque no sé si ya ha pasado y nadie se ha dado cuenta.

Lo que me ha parecido muy interesante de los certámenes y las editoriales (también de las revistas como Altavoz Cultural) es la comunidad que se forma alrededor de ellos, que han venido a sustituir a aquellos grupos que definíamos como “la generación del…” o “la tertulia del café…”. Ahora hablamos de los autores de tal o cual editorial. Se organizan, realizan recitales, clubs de lectura, revistas y aunque a veces internet y el mercado editorial es tan inmenso que pueda parecer que estás predicando en el desierto, en realidad estos grupos son verdaderos oasis. En este aspecto quiero destacar la labor de mis compañeros de editorial en el colectivo Mínyma Poesía.

¿Qué proyectos tienes a corto y medio plazo? ¿Dónde podemos encontrarte, seguirte y leerte?

Ahora mismo tengo en la cocina dos poemarios, uno en el puchero, a fuego lento, y otro en el congelador, fermentando. En ambos vuelvo a intentar traspasar los géneros. Tengo la suerte de que tras la publicación de “Manual de Modelado de Corazones” varias editoriales se han interesado en pedirme manuscritos. También tengo un libro de relatos a punto de acabar de montarse. Durante mucho tiempo he ido reuniendo las piezas de este puzzle de historias, pero me faltaba el dibujo de la caja, e iba montando el puzzle por intuición. La buena noticia es que ya he encontrado la imagen, ya solo falta el tiempo y la paciencia para acabarlo. Podéis seguirme en mi Instagram @pallanur y en la revista literaria Irredimibles (https://irredimibles.com/ ).

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