Pablo Llanos Urraca

-Cuadranta-

   Uno de los centrales e infinitos temas artístico-literarios atendidos y esculpidos por las tan diferentes manos a lo largo de la historia de la humanidad ha sido, es y será el amor. El amor y sus mil caras, el amor y sus mil aristas, el amor y sus quinientos tentáculos. La misión de toda obra encaminada a plasmar un nuevo capítulo en semejante terreno cultivadísimo ha de ser la de sembrar destellos mínimamente originales, pequeños obsequios para ese consumidor (lector, espectador) que acude con la espalda curtida, el corazón entrenado y los ojos escépticos ante cualquier probable sorpresa.

   Pablo Llanos Urraca logra satisfacer este objetivo con una propuesta que no deja indiferente a nadie gracias a una creatividad notable, un imaginario rico en giros de guión y una forma -especialmente en términos de estructura continental e interconexión departamental- que explora el ingrediente espacial en su mayor concepto narrativo, argumental, casi novelado -por capítulos, regresos, flashbacks, subtramas y puntos de eterno retorno-. Este Manual de modelado de corazones para hombres de hojalata es un artefacto amoroso perfectamente diseñado que deleita desde sus ingeniosos recursos expresivos.

   La reiteración de dos mantras subtemáticos en forma de poemas redistribuidos paulatinamente a lo largo de los cinco apartados que cimentan el conjunto es el primer golpe de efecto que sentimos al avanzar por las páginas del Manual: Mis problemas con los calcetines y Baldosas amarillas vertebran el cauce de cuantos mensajes se disparan sobre las diferentes cortinas emocionales que se estiran bajo los ya poderosos títulos de las respectivas secciones –Baldosas amarillas, en consecuencia, cierra cada sección y, por lo tanto, el poemario, y es el que porta la conclusión del estado del amor en ese determinado instante de la (auto)relación, en esa fase concreta del diálogo con el otro y del soliloquio de uno mismo-. 

   En la sucesión de comienzos, desde el extremo iniciador, hallamos igualmente una estrategia de repetición que, en este caso, anticipa preocupaciones e imágenes que habitan cada uno de los sectores de nuestra exploración: las cinco partes que conforman el Manual son introducidas por diversas citas tomadas de una jugosa amalgama de voces procedentes de la esfera sociocultural. Milan Kundera, desde su magnífica La Insoportable Levedad del Ser, es quien inaugura todavía desde fuera, esto es, desde el mismo cerco previo a la entrada principal con su consecuente primera estancia, el ritual introductorio, con una hermosa reflexión sobre el amor, la memoria poética y la gran musa: la mujer como origen del sentimiento -y motor íntimo del repertorio desplegado en estas páginas, como en tantas otras-. 

   Fragmentos, citas y mensajes de Aldous Huxley en Un Mundo Feliz, de Ben Clark en Cabotaje hasta de Paul Auster y Doctor Deseo, pasando por Andrés Neuman -ese genio literario consagrado- o Batania Beorrabioso -una de las figuras más seductoras de su generación poética-, abren la puerta a las diferentes habitaciones de un poemario eminentemente sustantivo -desde los propios títulos de los poemas, que apenas cuentan con excepciones pro-verbales-; un poemario eminentemente sustantivo en el que notamos rápidamente una gran -y celebrada- ausencia recurrente: la palabra amor no es expuesta en exceso, sino que se desliza entre líneas, tácita, visible a través de modos, elementos y escenas sugestivos que estiran su presencia -y su significado poliédrico- hasta esquinas y pilares que sostienen el discurso siempre en movimiento. Visitemos cada rincón:

  1. Las cicatrices ¿unen o separan?

Una docena de poemas que comienzan su serie con el impactante Elipsis destaca por su brevedad, excepto en algunos casos, especialmente en un dúo que juguetea ufano desde el pensamiento del texto partido en dos: Un cúmulo… …de despropósitos. Entre esta primera cosecha hallamos una principal debilidad: El asesinato del entomólogo, que pone de manifiesto el alabado ingenio de nuestro autor. 

El punto de partida -anticipamos ese Match Ball– del poemario supone en esta primera etapa un tono ciertamente vinculado a la despedida, a la defunción de la relación, en una senda plagada de recuerdos, dolor y vías de rehabilitación individual. El primer episodio de Baldosas amarillas [cuya disposición, general, en los cinco espacios que ocupa en total, consta de dos planos: uno para la reflexión acerca de la felicidad y otro encabezado por la cuestión ¿Qué es amar? cuya propuesta de respuesta va mutando hasta confeccionar el proceso completo que representa el camino natural por los estadios enlazados durante la lectura] proyecta el gran desasosiego de un final que aún no sentimos definitivo y por lo cual nuestras expectativas solo pueden navegar hacia el mar de la crudeza amplificada conforme surquemos las próximas olas. Nada más lejos de la realidad: encontraremos, oh, sí, esa esperada crudeza, pero dosificada: como la misma vida, ambivalente, imprevisible.

  1. Ni todas las soluciones son una llave inglesa ni todos los problemas una tuerca

Conservamos la docena de poemas para retratar, efectivamente, el descenso: asistimos a la etapa más oscura del amor, expresada mediante una cadena narrativa que transita por vacíos, bares, olvidos, piedras… Con acciones tan resignantes como echar de menos o dormir solo, en una escalada que reúne en el triángulo Match Ball, Heridas y Rastro el culmen del fondo amargo, donde habita la soledad y castiga la obligada reconstrucción. Ese último vértice mencionado, Rastro, constituye en sí mismo uno de los mayores destellos de esta segunda porción de nuestro camino y una de las cimas propias del grueso del conjunto total. Pablo sabe afilar los engranajes que hacen que una imagen pueda herir como sabe sacarle punta, retorcida, a secuencias apriorísticamente devastadoras. Poca piedad para nuestra alma en un recorrido de otros doce colmillos. Sigamos las migas de pan…

  1. Breve recopilación de citas entre comillas

Subimos un peldaño hacia el 13: número de composiciones que desocupa la brevedad en ciertos momentos para extender su tinta con mayor densidad -rinden especialmente a este respecto Equilibrio, Cicatrices y Te veo como todo -otro de los picos más originales en forma y de los más fuertes en contenido-, tres poemas que, si arrastramos la querencia por los triángulos, denotan el máximo esplendor de la literatura de Llanos Urraca-. 

En este segmento pasamos por contactos (nos asalta el recuerdo de cierto famoso poema de Carlos Catena Cózar), cicatrices, reencuentros, y recogemos determinados componentes de casualidad, cordura y equilibrio, en un plano de estabilización, en un claro punto de inflexión y cambio de dinámica que redirigirá el rumbo del viaje de la palabra innombrada.

  1. Formas de lograr que aquello que no podía ser dure demasiado

Iniciamos la quita: ahora tratamos una dEcena de poemas, no obstante, hallamos dos extraordinariamente largos, de varias páginas, que equilibran el reparto de papel: Sintonía y Besos con arroz -en este sentido, parece que el III ha golpeado el techo numérico y ya nos queda la paulatina pérdida de textos en pro de un mayor aprovechamiento de los incluidos: nos declaramos amantes de la pluma de Llanos Urraca cuando se permite la genialidad fresca y rotunda de los tres-a-cinco versos, pero aún más cuando cocina despacio y produce letras que le permiten jugar con la distancia, con el laberinto de ideas, con los tramos de aceleración y deceleración, con ritmos variables y pequeños regalos estético-semánticos-.

En este IV transitamos por cama de matrimonio y camas separadas, por sintonía y catástrofe natural… Es una etapa muy dual, contradictoria, que alcanza en Besos con arroz otra de las cumbres de todo el poemario.

  1. Instrucciones para aprender de los errores y conseguir cometerlos cada vez mejor

Anclamos el 10 a este cierre con una serie de extensión alternativa y un tramo final en tres actos: Morir juntos es el último poema antes de los dos profesionalizados en concluir. La última versión de la problemática en torno a los calcetines y la última bala dedicada a esas baldosas amarillas cumplen de manera holgada con las expectativas y completan dos líneas paralelas de sendos micropoemarios tejidos a conciencia desde el apartado conceptual. 

Partimos con Una velocidad pausada, después descubrimos una anatomía compartida, una vida en silencio, un camino rodeado por sombras y eco. Todo ello infla una cascada emocional que estalla con el preciso corte de Morir juntos, un aterrizaje en el lugar del nosotros, en el hueco del verbo y en la óptica decisiva para digerir el último aliento. Brutal.

   Manual de modelado de corazones para hombres de hojalata presenta las credenciales de nuestro poeta de abril en Altavoz. Sus virtudes están estrechamente ligadas a su fascinante sentido lúdico de la poesía como masa artística apta para desvelar y revelar el mundo. Su adscripción al complejo menester de ofrecer una novedosa fotografía -más bien, una película- sobre las llagas del amor y sus posteriores frutos introduce un primer reto apasionante que el poeta afronta con una sonrisa y una espada flexible, camaleónica, que le otorga un poder aún por desplegar: qué buena noticia haber llegado a tiempo para asistir a tu aventura.

Altavoz Cultural

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