Coloquio entre Irene Domínguez y Lola Tórtola
-Premio Adonáis de Poesía, Ediciones Rialp y Altavoz Cultural, mayo 2023-
Comencemos con tres antecedentes: en primer lugar, ¿cuándo y cómo descubrís la poesía como medio expresivo y en qué momento y por qué decidís llevarla a vuestro propio espacio autoral? ¿Cómo fue el proceso creativo, desde su primer estímulo hasta su configuración definitiva, de Pureza y de Los dioses destruidos? Finalmente, ¿cómo vivís la distinción correspondiente por parte del Premio Adonáis de Poesía, así como la experiencia que la envuelve?
Irene Domínguez: Desde que tengo uso de razón, siempre me ha gustado utilizar la escritura como medio de expresión para desahogarme, contar lo que se me pasaba por la cabeza, siempre he tenido esa inquietud hacia la creación. En la adolescencia escribía poemas (o más bien prosa poética) sin ninguna intención. Antes de Pureza tenía bastantes cosas escritas, aunque llegué a estar sin escribir nada más de un año. Pureza es una obra que comienza investigando para mis artículos periodísticos sobre música. Vi, de nuevo, la famosa entrevista a Camarón donde que reflexionaba sobre la idea de «pureza» —«La pureza no se puede perder nunca cuando uno la lleva dentro de verdad»—, ligada al hacer lo que te dé la gana artísticamente y a la autenticidad. A partir de esa idea y de tener el título, comencé a escribir, y me di cuenta de que los poemas giraban en torno a distintos temas, y se me ocurrió la idea de agruparlos en matrioskas (muñecas rusas), para así hacer del propio libro una muñeca que se va abriendo y de la que descubres distintas facetas, ese «ser muchas cosas» sin perder la esencia. En cuanto al Premio Adonáis, creo que todavía es algo pronto para evaluar cómo me ha repercutido de manera concreta. Por mi parte, es un premio al que respeto muchísimo por su historia y autores publicados, y creo que ganarlo te posiciona en un lugar dentro del panorama, lo que no quiere decir que sea necesario para prosperar dentro de él.
Lola Tórtola: Siempre he sentido que llegué a la poesía tarde. No siento que haya sido una lectora ni una escritora especialmente precoz. De hecho, uno de los recuerdos más vivos de mi infancia es mi madre lamentándose por no haberme transmitido el hábito de la lectura de pequeña. Fue ya en la adolescencia cuando comencé leyendo a Kavafis, Gil de Biedma, Borges, Octavio Paz… Hasta entonces yo había escrito relatos cortos para varios certámenes, pero pecaban de ser demasiado líricos para ser prosa.
Los dioses destruidos comenzó con el propio título, hace unos cinco o seis años. Lo tomé de un verso de Las afueras de Gil de Biedma que dice “Pero pasaste / como un Dios destruido.” Al principio lo concebí como prosa. Yo quería escribir una especie de novela corta que tuviera como protagonistas a personajes parecidos a mis amigos y a mí misma, y que ahondara en los temas que acabaron en el poemario. Para entonces ya casi todo lo que leía era poesía, pero me costaba dar el paso a escribirla yo misma. Veía la poesía como algo elevado y casi sacro, y no me sentía legitimada para escribirla. Fue al poco de llegar a Roma, para estudiar el tercer curso de medicina, cuando vi claro que todas las ideas que tenía necesitaban de un lenguaje lírico para poder ser expresadas, y que los dioses destruidos tenía que ser un poemario. Ahí fue donde comencé a escribir mis primeros poemas, que acabaron en este libro de poemas. Ya no hubo vuelta atrás, no he pensado en escribir nada que no sea poesía desde entonces.
Para mí el Premio Adonáis ha supuesto pasar de la clandestinidad total al ojo público de un momento a otro. Antes de este reconocimiento, la mayoría de personas cercanas a mí ni siquiera sabían que escribía poesía. Prácticamente nadie había leído mis poemas y, lo más importante para mí, yo misma no estaba segura de si todo esto que estaba escribiendo tenía algún valor y merecía ser publicado, o si era mejor que siguiera perdido en carpetas del ordenador. No tenía nadie a mi alrededor interesado en la poesía con quien poder compartirlo y saber su valor. Por eso presenté mi poemario al Adonáis, quería saber si todo esto merecía salvarse. Todo lo que ha seguido a ese momento ha sido una novedad para mí, desde recitar por primera vez y hacerlo en la Biblioteca Nacional, conocer a otros poetas a los que tanto admiraba, las presentaciones, entrevistas como esta… Puede que para otros no sea nada, pero para mí ha supuesto mucho.
Estamos ante dos obras que, de distinta forma, presentan un concepto de ‘poesía total’, es decir: dos obras cuyos registros trascienden el género y funden influencias, tradiciones y semánticas propias de otros ámbitos artísticos y antropológicos, como puedan ser la música, la mitología, el folclore o el mismo componente afectivo-social procedente de la familia y los amigos. ¿Cómo trabajáis todo ese proceso de recepción emocional y filtrado de aquello que sentís que es especialmente útil o apto para construir vuestro mecanismo personal de transmisión, vuestra propia poética? ¿Qué es lo que más os interesa de esa confluencia de fuentes y materias en constante contacto?
ID: En mi caso, no hago ese proceso de trabajo y de filtración de una manera consciente. Cuando voy a escribir un poema que me toca un poco la fibra emocional, tomo distancia con la situación y lo escribo, y a veces sorprendentemente me sirve como una forma de «reconciliación» frente a esa situación, como si ese «filtro» que da la ficción también me tranquilizase. La poesía está en continuo contacto con otras artes; de hecho, la poesía y la música nacen unidas. Le doy mucha prioridad consciente a la música, pero concibo mi poesía como un «todo», y creo que cualquier referencia es posible dentro de un poema si se hace bien.
LT: Hace unas décadas el sistema de generaciones que utilizamos para intentar clasificar a los poetas y sus épocas se empeñó en enfrentar culturalismo y experiencia. Para mí esa separación no tiene ningún sentido, toda experiencia cultural es también una vivencia personal. Todo afecto es más profundo y compartible por medio de referencias artísticas comunes. Y esto no es elitista. Me interesa lo mismo El rapto de Proserpina que la TL de Twitter. Son lo mismo los museos que las fiestas y los viajes. Me interesan la mitología y la religión porque busco la mitificación de la experiencia. Quiero la desmitificación de lo sacro y la sacralización de lo profano.
El sistema es zarandeado por ambas propuestas, de manera más o menos explícita: se critican la brutal precariedad, la falta de oportunidades para las generaciones jóvenes, las carencias educativas y culturales o la arrolladora jerarquía de poder que gobierna nuestro presente. ¿Cuál creéis que debe ser el comportamiento de la poesía en torno a ese eterno debate que tiende a confrontar lo lúdico con lo políticamente comprometido? Personalmente, ¿preferís encontraros en vuestras lecturas un poso de denuncia o priorizáis el entretenimiento y la estética?
ID: La poesía no tiene por qué ser comprometida o tener un fin social. Hay quien la romantiza diciendo que puede cambiar el mundo o la política, mientras, paradójicamente, muy poca gente lee poesía. ¿Cómo va a cambiar así el mundo? Creo que toda obra artística tiene una «ideología» en mayor o menor medida, porque no tener ideología también es una ideología, no sé si me explico. Hay formas y formas de denunciar X situaciones dentro del arte, y si se prioriza la denuncia social se puede caer en el panfletismo y en sacrificar otros puntos fuertes que la obra pueda tener, a mi juicio. Otra cosa es que como artista abarques una serie de problemáticas e inquietudes que impregnan tu vida. Eso es inevitable, y creo que también es compatible con entrar en juego con el entretenimiento y la estética. Imagino que un poeta siempre se entretiene escribiendo.
LT: Personalmente me parecen importantes el compromiso y la denuncia, la utilidad (aunque limitada, desde luego) de la poesía como elemento cuestionador. Ahora bien, para mí la estética siempre tiene que ser anterior a la denuncia. Un texto comprometido pero sin estética no es un poema, es un panfleto.
Del caso contrario, la estética sin ética, ya se ha hablado muchas veces, nulla aesthetica sine ethica, etc., difícilmente podrá parecerme bello un poema con el que no esté de acuerdo en lo moral. Es una pena, pienso en algunos poemas de total virtuosismo que no consigo disfrutar completamente. Por supuesto, ética y estética van unidas en los poemas que más me gustan. Supongo que es lo que le ocurre a cada uno.
La estructura es otro de los aspectos más interesantes de ambos textos. ¿Cómo le explicaríais esa decisión formal a alguien que aún no haya accedido al contenido de vuestros poemarios más allá del índice? Por otro lado, ¿qué poema sentís que puede funcionar así como una especie de «carta de presentación» de la obra? Necesitamos pediros que os decantéis por uno, a pesar de la habitual dificultad para elegir. ¿Cuál os gustaría destacar, por el motivo que fuere, de la obra de vuestra compañera de coloquio?
ID: Como ya he comentado, mi poemario se estructura en esas matrioskas, y en total hay cinco: la primera dedicada a los orígenes, la segunda al amor desde el punto de vista de la infancia, la tercera y la cuarta al amor y desamor, y la última a la crisis de vocación que estuve viviendo mientras escribía el libro. En cuanto a los poemas, lo de gustarme más o menos unos que otros va por temporadas; ahora mismo, escogería «El retrato de mi marido», que es el único que escribí cuando todavía no existía ni de lejos la idea de este poemario, alrededor de 2020, uno de esos poemas que escribes «en estado de gracia» y que no vuelves a corregir ni retocar. De Los dioses destruidos de Lola Tórtola elijo «Sobre piedra antigua», me flipan los versos «Recordaré. Para amarte a ti / amaré a otros también».
LT: Mi poemario está dividido en dos partes. El otro día, en un coloquio, otro poeta lo supo explicar mejor que yo. La primera parte, que lleva el mismo título que el poemario, es la exaltación de la juventud. En ella predominan los poemas en el plural de la persona y tienen a Roma, la ciudad en la que viví con mis amigos, como tema. La segunda parte, llevando por título Un destrozo endiosado, supone más la contemplación de esa juventud que va pasando, coincide con la vuelta del viaje, el lenguaje es más lírico y tal vez algo más oscuro y predomina el singular de la primera persona. Para mí, además, se corresponde con la vuelta del viaje. En ese sentido, el libro también puede entenderse como un poemario de viajes, siendo la primera parte el propio viaje en sí y, la segunda, lo que queda después de él.
A nuestro panteón en crisis es probablemente uno de los primeros poemas con los que se quedan los lectores. Es un poema bastante irónico, mucho menos lírico que el resto del poemario, pero sienta bien las bases sobre las que el poemario intenta abordar algunos asuntos.
De Pureza yo me acuerdo siempre del poema con el que Irene Domínguez cierra el libro. Matrioska cerrada es el poema que recoge todo el conjunto, pero de ningún modo se siente como un artificio para dar perfección a la estructura y al conjunto. Es un poema que consigue transmitir de forma absolutamente sincera y personal la realidad del poemario y la experiencia de todos esos sujetos que desfilan por él. Consigue la cercanía, nos muestra a la vez al sujeto detrás de los poemas y a las lectoras, uniéndonos en una parte muy concreta de la experiencia femenina. “Todas permanecemos aquí encerradas / mientras ellos, con uñas y cuchillos, / tratan de abrirnos y no lo consiguen”.
Pregunta a Irene Domínguez: Desde el abrazo entre infancia y cotidianidad surge en Pureza uno de los grandes temas en torno al concepto de ‘lo femenino’ o ‘la feminidad’ y sus consecuencias y probables detonaciones. Si llevamos el estereotipo hasta la escritura, ¿dirías que existe una «literatura de mujeres»? ¿Percibes, primero como lectora y después como autora, una distinción más o menos notoria entre la poesía ‘femenina’ y la poesía ‘masculina’, ya sea por razones formales, simbólicas o discursivas?
Respuesta: No creo que haya «literatura para mujeres» o «literatura para hombres». Intento extraer lo que me interesa de cada autor, aunque por supuesto empatizo mucho más con mujeres poetas, cuyos poemas suelen apelar más directamente a mis emociones. A veces leo a algún poeta y reconozco su talento, pero ocurre que su obra no me apela en absoluto. Por suerte, los roles «masculino» y «femenino» en el arte cada vez se van difuminando más, y los hombres cada vez se atreven más a abrirse emocionalmente y sentirse vulnerables. Y eso está muy bien, siempre y cuando no se convierta en una poesía muy «llorona» (risas).
Pregunta a Lola Tórtola: ¿Qué grado de importancia le otorgas al lenguaje como herramienta para deconstruir un mito?, ¿y para forjar el asentamiento de uno nuevo? Por otro lado, ¿cómo valoras los conceptos de «dios» y de «musa» desde un punto de vista sociocultural actual?
Respuesta: El lenguaje es la primera materia prima que se utilizó para engendrar mitos. Los mitos comenzaron siendo relatos orales que se transmitían de generación en generación dentro de una comunidad. Aunque muchas veces en nuestro imaginario se hayan quedado con más fuerza las representaciones plásticas de los mismos, y a menudo pensemos en los dioses como estatuas de mármol o figuras envueltas en ropajes en la pintura barroca, los mitos son lenguaje. Si con lenguaje se hicieron, con lenguaje deberán ser destruidos. Creo que para cambiar el punto de vista de un relato es necesario cambiar también el lenguaje con el que se narra. Hoy en día tenemos nuestro propio lenguaje. Parte de él, necesariamente, tiene que pasar a formar parte del relato con el que creemos nuestros nuevos mitos o deconstruyamos los viejos. No desecho todo lo anterior, pero para hablar de cosas nuevas necesitamos palabras nuevas. Pienso mucho últimamente en dos versos de González Iglesias: “Amo la tradición, sueño de un sueño, / y estoy aquí, luchando por cambiarla.”
Pregunta Lola a Irene: «Creo que el título del poema es tomado de una frase célebre de Camarón, pero, más allá de eso, y teniendo en cuenta lo importante que es la música en tu trabajo, ¿hay algún artista que te haya influido con su música o sus letras de forma directa en los poemas?»

Respuesta: No sé si directamente, pero me ha influido mucho el flamenco. Admiro la sutileza de sus letras, su sencillez y su forma de decir tanto con tan poco, esas métricas populares encorsetadas. Hay grandísimos poetas dentro del flamenco. Actualmente Israel Fernández es bestial. Se me vienen a la cabeza La Niña de los Peines, Enrique Morente, Dellafuente y Camarón, a los que hay referencias directas en el libro. También una a C. Tangana con unas barras de su disco Ídolo, que en su momento me marcó muchísimo y que conceptualmente me parece impecable.
Pregunta Irene a Lola: «Me gustaría preguntarte por Los dioses destruidos en sí, puesto que creo que es un poemario que tiene una serie de contraposiciones que me parece que se trasladan muy bien al léxico de los poemas, y que lo hacen muy interesante: lo divino (los dioses)/lo humano, la y la muerte (el cuerpo)/la inmortalidad (los edificios, las columnas, la ciudad, etc.)… Querría que explicases un poco cómo se te ocurrió esta idea, cómo la llevaste a cabo y si te resultó fácil.»

Respuesta: Sí, me interesaban esas contraposiciones entre lo divino y lo humano, lo caduco y lo eterno. Todas estas cosas en gran parte me vinieron dadas por la ciudad. Roma contiene en sí estos enfrentamientos de forma natural. Y además no es un tema nada novedoso en la literatura. Adriano mandó deificar a Antínoo. Shelley le dedicó a Keats esa enorme elegía que está atravesada por el enfrentamiento entre lo fugitivo y lo que permanece y dura. También la contraposición entre la ciudad y las afueras me interesaba, al modo de Pasolini, que de algún modo mitificó a esos muchachos que se buscaban la vida por los barrios marginales de Roma.
Como ellos, yo quería endiosarnos en nuestro abandono. Quería darle la vuelta, mitificar lo mundano, desacralizar lo divino… Pero bueno, uno puede querer unas cosas como poeta, pero el libro al final termina por otros caminos… Ojalá fuera fácil, o al menos posible, decir exactamente lo que se quiere decir.
¿Cómo consideráis que se inserta vuestra obra en el panorama literario actual? ¿Qué planes promocionales confesables tenéis a corto y medio plazo? ¿Dónde puede encontraros y seguir vuestros pasos nuestra comunidad lectora?
ID: No tengo ni idea de cómo se inserta mi obra y ni siquiera sé si es insertable, ya que por suerte hay estéticas muy diversas dentro del panorama de poesía joven. Sí está claro que escribo una poesía figurativa. En cuanto a planes futuros… tengo una idea primeriza de poemario, pero todavía debo vivir ciertas cosas para escribirlo. De momento a reposar y disfrutar de mi Pureza. Yo estoy bastante activa en Twitter e Instagram (@irene_domingz) y suelo publicar tanto mis artículos en la prensa cultural como las novedades y eventos sobre el libro.
LT: Es un poco extraño porque siempre he sentido que este libro caería un poco en medio del panorama, lo que al final podría significar estar bastante fuera todo. Tal vez con un lenguaje tal vez demasiado tradicional para unos, pero con un mensaje demasiado contracultural para otros… Y sin embargo parece que gracias a eso está pudiendo llegar a lectores bastante diversos.
Tengo pendiente poder hacer algunas presentaciones, especialmente en mi casa, Murcia, pero tendrá que ser cuando el trabajo y las ferias del libro que vienen estos meses lo permitan.
Mientras tanto, entre Instagram y Twitter, aunque sea un poco desastre con las redes, nos encontramos @lolatortola.