Feliz Cumpleaños, compañero del alma.
En 1910 ocurrió la Revolución Mexicana; pasó el cometa Halley por la pértiga de nuestra frente y Kandisnky colgó en la pared su primera acuarela abstracta. Pero fue el 30 de octubre de 1910 cuando las piedras se llenaron de poros y las grietas de un material capaz de respirar por los rotos. Fue así como la ruina parecía útil y las palabras fáciles, cuando ojeabas por primera vez los clásicos del mundo, levantando las cejas hasta la cima más alta de la cordillera de Orihuela que te vio nacer.
Te contaré que ahora, la palabra país lleva otra tilde y que Josefina pudo ver cómo se acababa todo. O casi todo. Que tu rayo es hoy, el que busca en la tierra por orden alfabético y que te han hecho canción más de una vez.
Hace poco, encontré una de tus obras teatrales en una librería antigua de Valencia, pero me di cuenta de que la estaba encontrando cada día en los labios de mi abuela con aquello de “Quién te ha visto y quién te ve”, así que también eres refrán.
Tu casa ahora es un museo y hay una ruta preciosa que conduce hasta Elche para poder seguir tus pasos. También se pasa por donde descansa tu viento ahora, junto a Josefina y Manuel Miguel. Sé que eso te alegra.
Ya no se restaura igual y las cartas suelen traer facturas y malas noticias.
Las cosas han cambiado, Miguel. Mucho. Hasta hay libros electrónicos sin olor a papel.
Pero tu viento y tu rayo no han cambiado.
Eres lectura obligatoria en casi todos los colegios, Miguel.
Con eso basta.
Feliz cumpleaños, compañero del alma.
