con Amparo Montejano, José Luis Pascual y David P. Yuste
Daniel Pérez Navarro es el autor de TORRANCE: Símbolos, números, juegos y notas musicales en El Resplandor de Kubrick, publicado por Dilatando Mentes Editorial.
Nos concede esta maravillosa rueda de prensa en la que nos acompañan Amparo Montejano, José Luis Pascual y David P. Yuste. ¡Adelante!

¿Cómo fue el proceso de creación desde cero de Torrance? ¿Qué fue lo más complicado y en qué te recreaste más de manera lúdica, por puro placer?
¿Lo más complicado? Aunque suene exagerado, diría que nada. El texto fluyó de una manera bastante natural. Placentero fue cada capítulo, sin excepciones. Una vez que estuvo listo el diseño del libro, empecé a escribir del capítulo 1 al 24, en riguroso orden. Las secciones musicales estaban casi listas. Otras existían solo como bosquejos. Dio lo mismo. Me divertí con cada párrafo. Torrance puede ser el libro que más he disfrutado a la hora de escribir. Y creo que eso se nota en la lectura. O al menos, eso espero, que los lectores perciban el placer puro de cada hallazgo, el entusiasmo que produce cada giro dentro del laberinto.
Respecto al punto de partida, lo que inicialmente planeaba escribir era un artículo dedicado a la banda sonora de El Resplandor. Pero hablar de las notas musicales escogidas para el film implicaba relacionarlas con otros elementos esenciales de la película, como los números, los diferentes símbolos empleados o los personajes. Eso agrandó el texto. Llegó un momento en el que, en lugar de recortar, me planteé que las ideas crecieran y apuntaran en otras direcciones. El manuscrito se tenía entonces que dilatar. Acabé diseñando un libro en espejo con 24 capítulos (12+12).
¿Qué consideras que le puede aportar la obra a ese amante de la película de Kubrick que se muestra escéptico frente a cualquier atisbo de aprendizaje tras decenas de visionados de la misma?
Me parece que el seguidor de Kubrick lo va a celebrar, como le atrae cada ensayo o artículo que aporte un punto de vista fresco. Creo que le llamará la atención. Nos ocurre a los que amamos sus películas y buscamos esos libros que se han dedicado a abordar un cine tan enorme y poliédrico como es el suyo. El Resplandor no te la acabas nunca. En esta cinta, se cumple a rajatabla eso de que siempre descubrimos algo nuevo con cada visionado. El Resplandor no se agota, permite que la abordes desde muy diferentes puntos de vista. A los seguidores de Kubrick les parecerá que Torrance está mejor o peor escrito, que es más o menos interesante, pero creo que coincidirán en que no es predecible.
¿Qué destacarías de la atmósfera creada por el director y qué destacarías de la interpretación de Jack Nicholson?
Lo más destacable de El Resplandor es que todos sus elementos conectan entre sí. Al imbricarse, el conjunto suma más que las partes. Da igual la escena que elijas. Ahí están las piezas, visibles o sumergidas, generando una tensión enorme. Danny está lanzando dardos en una sala de juegos. ¿Hay algo más anodino que un niño que se distrae con unos dardos? En otro hotel, puede que sí. Pero los dardos son rojos, como la sangre del ascensor y tantos objetos inquietantes en el Overlook. Las fotografías de una de las paredes parece que nos miran, y están agrupadas en 3 hileras de 8: en total, 24. La música de Ligeti que acompaña ese momento no puede ser más perturbadora. Precede la aparición de las gemelas, que permanecen en el plano durante ¡24 segundos! Y otro día hablamos de ese 42 que aparece una y otra vez, número espejo del 24. Así ocurre con cada fotograma. Cada prenda de vestir, figura geométrica, adorno, color o nota musical que introduce el director remite a un todo más grande. Más que una atmósfera, Kubrick crea un mito.
Respecto a lo más destacable de Jack Nicholson, para mí es el hecho de que desarrolla a la perfección los dos papeles que le toca interpretar. Es algo que no se le reconoce, o no en toda su magnitud. Nicholson hace de Jack y de Blackjack, como el celebrado y oscarizado Jeremy Irons, que mostró dos caras en El misterio von Bülow. A esto me refiero con lo de los aportes nuevos que el lector va a encontrar en Torrance. La versión malvada de Jack está íntimamente asociada en la película al número 21. Pues el 21 también es un juego de cartas, llamado Blackjack. Hay secuencias en las que Nicholson, que está genial, tiene que cambiar de Jack a Blackjack y de Blackjack a Jack en cuestión de segundos, como cuando atraviesa el pasillo que conduce al Salón Dorado. Es una secuencia mágica. ¿Nicholson exagera? Para mí no. Porque no vemos a un único personaje, ahí están presentes los dos. Claro que es un histrión. Como el Pato Lucas. Como el Coyote que persigue al Correcaminos. Como el Joker. El señor Torrance tiene un poco de todos ellos. Y no es un defecto.
¿Cuándo y cómo descubres el Universo King y qué te atrae más de la narrativa del maestro literario?
En la adolescencia. Supongo que como casi todos los que fuimos jóvenes en los 80. El primer libro que leí de Stephen King fue El Resplandor. De ahí salté a una antología de relatos que apareció misteriosamente en casa de mis padres. Aún desconozco quién dejó allí el libro. Ese alguien nos lo prestó o se lo dejó olvidado. En cualquier caso, tardías gracias. Y gracias también a la biblioteca pública, por Christine, Cujo, El misterio de Salem’s Lot, It… Con esa edad, leemos con la mente abierta y sin hacer listas de favoritos. No distinguimos entre novelas mayores y menores. Eran de King y punto. Recuerdo que mi padre se suscribió al Círculo de Lectores y compró, sin que yo se lo pidiera, La larga marcha, que me fascinó, y al tenerla en casa, la releí varias veces. Lo que más me atrae de King es la enajenación y el disparate a los que se llega desde lo más cotidiano. Se encuentra sobre todo en sus primeros libros, escritos por alguien que parece al borde de la locura. Me refiero a esas historias en las que King se sale de la raya, cuando da la impresión de que no hay ningún límite y puede pasar cualquier cosa. Esa magia llega, por ejemplo, al leer Carrie o Misery. Son novelas que alcanzan un punto de no retorno, en las que dices mientras lees: ya está, algo se ha roto, nada puede ser como antes, a los personajes solo les queda seguir hacia delante y caer sin red. Eso me fascina. En sus últimos libros, muchas veces tengo la sensación contraria: me parece que King quiere volver cuanto antes a la normalidad, aunque sea un simulacro de realidad.
Amparo Montejano toma la palabra…:
Todos sabemos que, durante el rodaje de El Resplandor, Kubrick introduce, de forma intencionada, reiteraciones o elementos coincidentes que hacen que esta película adquiera un alto valor simbólico desde una perspectiva visual (el número 42, el color amarillo, la simbología que adquieren las cortinas, los espejos, los laberínticos e interminables pasillos…). ¿Tú crees, al igual que en su día afirmó el profesor Geoffrey Cocks, que todo el cómputo de elementos espirituales que encontramos en la película responden a la necesidad del director de expresar, sin mencionar, el inmisericorde trauma existencial que para él supuso el haber crecido durante la Segunda Guerra Mundial?
Creo que todos esos elementos de la película de Kubrick dan vueltas en círculo alrededor de los Torrance, y que forman parte de una cosmogonía que empieza y termina en el Overlook. Las interpretaciones como la de Geoffrey Cocks son un ejemplo de degradación simbólica.
La degradación simbólica hace referencia a las lecturas de una obra que parten de un continente hermético o ambiguo, en este caso una película, que se presta a tantos juegos interpretativos que la alegoría al final juega en su contra. Uno de mis ejemplos favoritos es Moby Dick. Las interpretaciones religiosas equiparan a la Ballena Blanca con el demonio, de manera que Melville está expresando la crisis espiritual del naciente mundo moderno. Pero si tiramos en otra dirección, hay quienes defienden que el hundimiento del Pequod, lo que provoca la muerte de casi toda la tripulación del barco, anticipa dos guerras mundiales. Otros sostienen que la ironía de Melville al referirse a la Ballena Blanca es muy evidente, tanto que las interpretaciones religiosas son erróneas. Según esta forma de verlo, la alegoría de Melville se burla de las supersticiones, del pensamiento mágico y de cierta santurronería.
No afirmo que versiones como la del profesor Geoffrey Cocks acerca de El Resplandor sean erróneas. Digo que son forzadas. Si escogemos de una manera tan definida una vía interpretativa y descartamos las demás opciones, degradamos el símbolo, convertimos la película en algo más pequeño.
Y hablando de pistas crípticas o mensajes ocultos diseminados a lo largo y ancho del film, ¿podrías aportar alguno más a la lista de todos los que creemos conocer (el genocidio de la población indígena americana, el holocausto judío, la supuesta invención del alunizaje del Apolo 11…)?
Enlaza con la respuesta a la pregunta anterior. Prefiero mirar en dirección a la propia película, a los personajes y a lo que ocurre entre ellos. ¿De verdad Kubrick está hablando de la llegada del hombre a la luna en la escena más importante de la película, la de la habitación 237, que hace de bisagra entre la primera y la segunda mitad del film? Pienso de otra manera.
Danny lleva un jersey en el que se lee el nombre de Apolo. ¿Quién es Apolo? El dios del sol. Un ser resplandeciente. El niño está en el pasillo y la luz del techo incide en su pelo (rubio, cómo no) y lo hace brillar. Ahora estoy jugando a lo de la degradación simbólica. No veo un cohete espacial. Interpreto referencias a Danny y a su capacidad para resplandecer, con todo lo que esa habilidad para resplandecer implica según las reglas de la ficción de King y las de Kubrick.
Quizá mi manera es reduccionista. Circunscribo cada elemento simbólico a la misma película. Los relaciono con los personajes y con lo que ocurre entre ellos. ¿Por qué lo escribo así? Porque me parece que Kubrick está contando una historia muy concreta. Porque creo que el director neoyorquino utiliza todos los elementos visuales y auditivos de los que dispone para dotar de sentido cada plano y para matizar, a veces de manera sutil, cómo es la relación familiar de ese núcleo tan tóxico. Resulta curioso que haya tantas interpretaciones trascendentes, de las que quieren convertir El Resplandor en algo mucho más grande que la película, y tan pocas que se dejen de abstracciones y se centren en Danny, Jack y Wendy.
Por lo tanto, ¿de qué me parece que va Torrance? No de guerras mundiales, ni de masacres indias, ni de la pseudociencia aplicada a las casas encantadas, ni tampoco de la aventura espacial. Trata de una familia disfuncional. Muy disfuncional. Más de lo que parece a simple vista. Del terror cotidiano. Del peor de los monstruos. De cómo Kubrick refleja todo eso con planos, colores, música, números y objetos.
¿Podemos extender El Resplandor a lo que no pertenece a la propia película? Siempre que partamos de lo que objetivamente se muestra. Los soldados que murieron en el año 42 no aparecen por ningún lado en el film de Kubrick. Devolvería la cuestión con una pregunta. ¿No caemos quizá en una trampa de nuestro inconsciente? ¿No racionalizamos en exceso con lo de la guerra del 42 y de esa forma escurrimos el bulto? Así no extraemos otras conclusiones. No hay que mirar hacia Danny, por ejemplo. No descartaría esa posibilidad.
Es el turno de José Luis Pascual…:
Siempre he visto «El resplandor» como una película que trata sobre abrir puertas, tanto literal como metafóricamente. ¿Crees que Kubrick intentó abrir una puerta al terror para dotarlo de una profundidad que pocas veces tuvo anteriormente, o que el género tan solo era circunstancial para él?
Kubrick fue un director de géneros, en plural. No parece que tuviera más interés en el terror que en el género histórico (Barry Lyndon), el negro (Atraco perfecto), el bélico (Senderos de gloria y La chaqueta metálica), el melodrama (Lolita) o la ciencia ficción (La Naranja Mecánica y 2001, una odisea espacial), por citar unos pocos. Tomaba de cada uno de ellos lo que necesitaba y se lo llevaba a su terreno. Con el monolito, marcó un antes y un después. Después de más de 50 años de 2001, una odisea espacial, de eso no cabe duda.
Respecto al terror, el cine contaba con más precedentes ilustres. La ambigüedad de El Resplandor, con un pie en lo psicológico y otro en lo fantasmal, proviene sobre todo de Henry James y Shirley Jackson. Las historias de ambos cuentan con adaptaciones espléndidas, anteriores a El Resplandor de Kubrick. Me refiero a Suspense (versión de Otra vuelta de tuerca) y La casa encantada (versión de La mansión de Hill House). La importancia de un color como el rojo, una niña inquietante y, de nuevo, las supuestas visiones fantasmales se encuentran en Amenaza en la sombra. Por no mencionar El Exorcista, que comparte incluso compositor. Con esto quiero decir que El Resplandor no llega de la nada. Antes de Kubrick, existe una tradición de cine de terror con dobles y triples interpretaciones. Pero es cierto que Amenaza en la sombra, por ejemplo, se vende como película de intriga. Y con Psicosis ocurre algo parecido, a Hitchcock lo llaman mago del suspense, no del terror. A Kubrick nunca le ha importado adscribirse a un género, y con El Resplandor se adscribió al terror sin medias tintas. Aunque luego hiciera con los códigos del género lo que le diera la gana. Dicho esto, es incuestionable también que la película de Kubrick da más de un giro a la tuerca del terror. Viene de una tradición, cierto, pero creo que llega más lejos que sus predecesoras.
Otra de esas aperturas de puertas, que bien podría ser el tema principal de la película, la veo en el tratamiento que Kubrick da al momento en que nace la creatividad, que el director contrapone con la chispa que abre la puerta (otra vez) a la locura de Jack Torrance. ¿Cómo ves la dicotomía entre genialidad y locura, entre la llegada de la musa y la pérdida de la razón?
Al aislar al escritor en el Hotel Overlook, Kubrick lo desnuda. Convierte a Jack en ese emperador del cuento que no puede ocultar que se pasea sin traje. Creo que esa es la clave. Ni los supuestos fantasmas ni la maldición de un edificio encantado. Jack no puede esconderse. No es un genio que necesita tiempo para escribir la novela de su vida, sino un inútil, sin imaginación y sin ningún talento. Creo que en Jack, más que una dicotomía entre genio y locura, se da entre las aspiraciones literarias que tiene y la realidad pura y dura, entre la apariencia que quiere mantener de hombre trabajador y buen padre y marido y lo que de verdad hay detrás: nada de eso. Es Wendy la que se ocupa de todo. El retrato de Kubrick a este respecto, y recordemos que estamos en 1980, no en 2020, es inmisericorde con las actitudes de maltrato y machismo de Jack. Kubrick creía en el trabajo, no en el genio como habilidad que te toca en un sorteo genético y que sacude la mente como un rayo en forma de inspiración. Me encanta lo que dice cuando le recriminan su perfeccionismo: trabajar, hacer las cosas bien y tener en cuenta los detalles no es un defecto. También creo que ese es el camino. La locura de Jack Torrance, más que de cruzar las líneas que se saltan los supuestos genios incomprendidos, proviene de la cobardía.
Remata nuestro querido David P. Yuste…:
Como escritor te has desarrollado en diferentes campos muy diferentes entre ellos. Véase por ejemplo en este último caso el ensayo, pero también la novela o los relatos. ¿Cuál de todos ellos te resulta más difícil de abordar? Y ya de paso: ¿cuál es el más gratificante para ti, el que te reporta más alegrías o simplemente con el que te sientes más cómodo?
Con Torrance, he descubierto que el ensayo me aporta más felicidad, más calma, más satisfacción. En el extremo opuesto se sitúa el libro anterior, Ritos Salvajes, una narrativa incómoda de leer, y también difícil de escribir. Ritos Salvajes pertenece a esas ficciones que, como autor, desgastan. Tanto al imaginar el libro como al escribirlo y luego al repasarlo. En el caso de Torrance, además, se juega a dos cartas. No es un ensayo académico. Tiene también la libertad de la ficción. Y el libro está diseñado como un laberinto. Pienso en Rayuela, donde los capítulos se pueden leer en otro orden. Y en la cita que abre Torrance: quien solo busca la salida, no entiende la naturaleza del laberinto. Sí, me lo ha pasado muy bien. Mejor que nunca.
Si tuvieras que quedarte solo con una obra de Kubrick, dejando de lado El Resplandor, ¿cuál sería? ¿Por qué?
Tengo una trilogía sagrada: El Resplandor, Eyes Wide Shut y 2001, una odisea espacial. Aunque si tuviera que afinar más y escoger solo una que no fuera El Resplandor, me quedaría con 2001. Creo que 2001 es la película de mi vida. La que más me ha marcado. La que me descubrió otra manera de entender y acercarse a la ciencia ficción. Después del primer visionado, tuve la sensación de haber asistido a un espectáculo total, en el que música e imagen iban de la mano como un matrimonio perfecto. Es también cine puro, el de los orígenes, el de la época muda, cuando los músicos acompañaban en directo las proyecciones. Y tiene una riqueza que tampoco se acaba. Los acordes poderosos del Zaratustra de Strauss pueden interpretarse en su literalidad, como una oda a la evolución, pero también como un acompañamiento sarcástico, vistos los logros de la inteligencia (usar los objetos como si fueran armas, matar animales y hacer la guerra con ellos). Cada secuencia de 2001 se presta a ese doble juego. Dan ganas de escribir otro libro. Aclaro que no lo estoy haciendo, pero sería fascinante ponerse a ello y jugar con HAL 9000, con la música de Strauss, Ligeti y Khachaturian, con los teseractos y con los saltos temporales.
