
Lorena G. Blanco
-Editorial Titanium-
Hemos visto crecer a Lorena en muy poco tiempo. La admiramos y siempre procuramos estar cerca cuando anuncia alguna nueva hazaña literaria. De ella nos seduce especialmente la seriedad con la que afronta cada texto, la fortaleza de sus personajes y su impresionante versatilidad. Hoy tenemos la suerte de disfrutar de Las crónicas de VIKENI, ambiciosa, bella, exótica.
La Renegada, en alusión a la protagonista, Ealira, abre la saga con este primer volumen que nos introduce en la obra y su universo a través de un precioso mapa de Ibeos y un organigrama que recoge anotaciones sobre la jerarquía grupal de la orden de los Mediadores y del colectivo de los Oudias, así como la morfología declinante de los cuatro elementos (aire, agua, tierra fuego) desde la óptica de los Arnwarein y los Yne.
Le sucede un prólogo activo, esto es, aquel tipo de prólogo que forma parte de la propia historia narrada -frente a la clase de prólogo que versa sobre ella o la presenta externamente-.
Los treinta capítulos sobre los que cabalga la pluma de Lorena -troceados en diversos fragmentos trufados por una espada atravesada- se distribuyen en una Primera parte subtitulada Nubes de tormenta, que transcurre desde el capítulo primero hasta el decimocuarto, y una Segunda parte denominada Caminos, que arranca en el decimoquinto y cierra la novela en la treintena, en el límite físico en el que se puede leer ese excitante “Continuará…”.
El Prólogo nos sitúa en la retrospectiva que sacude Engium y engulle Ibeos. El caos en forma de fuego precede al robo del Libro de Iber y el descabezamiento del trono real de Ibeos, acontecimientos que sumen en el caos y la oscuridad más absolutos al pueblo, que se ve abocado al crudo exilio hacia zonas en sombra y duelo para huir de las manos hechiceras que impondrán su tiranía negra en lo que hasta entonces había sido su hogar. Destaca como figura blanca un joven aprendiz de la Escuela de Magia; la elisión de su nombre supone el primer misterio de esta prometedora novela.
La naturaleza del Prólogo casa perfectamente con el propio sentido de “crónicas” que constituye esencialmente la obra: la narradora omnisciente avanzará en su relato por la historia reciente de los Renegados. Amanecemos quince años después, en el primer capítulo, con la primerísima identidad, en plena acción, que contrasta con la joven figura misteriosa del pasado: Ealira. Con los mismos diecisiete años que aquella sombra. La presentación de Ealira está, sin embargo, íntimamente ligada a su propio pasado: el regreso de su apreciado Kei será el gran tema de estas primeras páginas, que dibujan tensa esa tormenta que se anuncia desde el encabezado de la Primera parte.
El segundo capítulo extenderá la niebla de esa mezcla entre lo pretérito y lo presente mediante un sorprendente comienzo -trazado en itálicas-. Este segundo corte completa la introducción a dos que inicia el primer capítulo: Ealira progresa en sus sospechas, en sus preguntas acerca de la situación de Ibeos y todo lo que la rodea y se cuestiona su futuro más próximo y salvaje. Se advierte como nuestra protagonista decide salir a buscar sus respuestas.
Brota una primera fuga de vértigo trepidante en el tercer capítulo, que, dada su condición de amago, a tenor de las intenciones asesinadas, se muestra trunco y amplía la sensación de preámbulo que habían tejido los dos anteriores. Todo ello aderezado por ese binomio geográfico dentro-fuera, entrar-salir, oscuridad conocida-oscuridad desconocida.
Ealira finalmente cruza el umbral y se adentra en la densidad del bosque y sus acechos. También se hace densa la forma: el texto muestra un ritmo un tanto trabado, sin agilidad, circunstancia que desmiente la contenida vitalidad de su personaje principal, cuyo potencial es la gran esperanza del lector. El halo de misterio se conserva fresco en cada palmo de la historia. El siguiente punto sombreado con este matiz atañe a la salvadora desconocida de Ealira, cuyo nombre al descubierto no nos satisface particularmente. Ia será voz explicativa y experta, sabia y guerrera, puro imán contagioso de vigor y coraje para una dubitativa Ealira.
La narración se bifurca y entrecruza en doble foco: la destinada a la acción de Ealira y la destinada a la acción de Kei, que llegados a cierto tramo se comportan con una simultaneidad casi fraternal.
El ansiado reencuentro se produce en el décimo capítulo, cuando ya nos habíamos acostumbrado a la dupla femenina. Esta reunión de fuerzas contrasta con la delicada situación de Aurnys, arrinconado por el malvado hechicero. La belleza estética de la travesía dinámica de Ealira e Ia es notable, digna de generoso reconocimiento. El diseño de los personajes es milimétrico; los cinco, seis o siete que podemos considerar moderadamente principales se definen redondos, distinguidos, muy personales.
El silencio que rodea la Escuela de Magia es el punto de partida de varios capítulos conforme nos acercamos al ecuador de la obra. Se instala de nuevo el juego de par dentro-fuera, esto es, lo que acontece entre los límites del Palacio de Cristal, identificado con el secuestrado Aurnys, y lo que sucede afuera, compartido por una cada vez más amplia nómina de personajes, a la que se suma el conjunto de los Rebeldes.
La Segunda parte, Caminos, es considerablemente más activa que la Primera en términos de confrontación, desesperada supervivencia y ritmo vertiginoso. Comienza con máxima tensión en forma de planes malignos y progresa adecuadamente desde la abundante geografía externa a Ibeos hacia su corazón: nuestra heroína y su bien formado equipo de valientes se aproxima al epicentro del peligro, de la verdad y de la lucha por la libertad.
Cuanto más se acerca Ealira a su presente y a su futuro, más requiere de su pasado. Las relaciones entre los integrantes del escuadrón de héroes se estrechan cada vez más. Esa calidez es el reverso de la audaz soledad de Kei, que prospera en sus andanzas hacia la consecución de paz. Entretanto, Aurnys logra su propósito más inmediato. Todo se prepara despacio, suave, para lo que promete ser una serie final de capítulos tremendos.
Paralelamente al entrenamiento de Ealira y la constancia de Kei, el despliegue de Aurnys será una de las tres vías claves de resolución del conflicto central. Así como antes se disponían las dos primeras enfrentadas a esta última respecto del parámetro del movimiento, ahora es Ealira la que se estanca en su avance horizontal para avanzar en vertical, en conocimiento y poder, mientras Kei y Aurnys apenas se toman un respiro en sus respectivas misiones.
La disposición en parejas Kei-Lia y Nassir-Ealira propicia una nueva perspectiva en el ascenso hacia la gran cascada de acción final, la cual es efectista, breve pero intensa, y se aparta del cierre de telón: el final narrativo es un puente, una transición protagonizada por Kei; no hay fuegos artificiales porque, como decíamos, se trata de un primer texto de varios que formarán una misma saga. En este sentido nos seduce la manera mediante la cual la autora deja convenientemente abiertas las puertas necesarias para suscitar interés en el lector. Aquí dos que desean continuar Las crónicas de VIKENI en sus siguientes pasos.
El estilo de la novela es rico, abrupto en ciertos momentos. La común brevedad de los capítulos ameniza el cúmulo de descripciones y rodeos sobre diversos puntos estáticos o mínimamente entretenidos. La obra es bastante irregular en las sensaciones que deja a lo largo de todo el recorrido: la Primera parte es un buen desafío de concentración lectora y se sitúa como una superficie en alto grado desértica de grandes escenas a la espera de una cadena de detonaciones que, efectivamente, ocurren a partir de Caminos.
Creemos firmemente, sin que ello resulte negativo, que los personajes están por encima de la historia; debemos señalar, sin embargo, que hemos pecado de exceso de expectativas con Ealira, que no para nunca de crecer al cien por cien, de completar su madurez como protagonista. A su altura están, bajo nuestro punto de vista, Kei, Ia o Aurnys, en el mismo plano de relevancia y en absoluto lejos de una caracterización si cabe más lograda, rotunda. Confiamos en que, al tratarse de la primera novela de una saga, Ealira se mostrará más convincente en próximas entregas.
Quedan muchos misterios flotando en el aire -o en el humo-, algunos con nombre propio y otros ligados a un destino común, colectivo. Este primer contacto con el colorido universo creado por Lorena G. Blanco ha satisfecho nuestra motivación para apostar por su lectura. Si bien hemos señalado ciertos aspectos que consideramos mejorables, el gran angular nos permite observar una novela más que aceptable, dignísima en la marcada muesca de su género y oportuna, valiente. Ya estamos aguardando su continuación.
-Altavoz Cultural-