-Junio 2021-

MESA MEMORIA Y RECUERDO
Berta Ferrer
María Xesús Lama
Herminia Luque
Carmen Freixa (Nietas de la Memoria)
¿Qué opináis de la mal llamada ‘literatura femenina’ y de la invisibilización de la misma hasta nuestros días?
Berta Ferrer: Una de mis novelas favoritas es Orgullo y prejuicio. No sé si Jane Austen imaginaba que su historia, cuando se publicó allá por el 1813, trascendería a su época y que el paso de los años la convertiría en una de las escritoras más veneradas por muchas generaciones. Sin embargo, aún hoy, me sorprenden algunos convencionalismos poco acertados que parecen rodearla a ella y a su novela más conocida. Quizás sea esa mirada, tan cercana y sencilla, con la que nos muestra la sociedad de una época, la que ha llevado a muchos a creer que esta historia está dirigida exclusivamente a un público femenino (esto lo explica Virginia Woolf mucho mejor que yo en Una habitación propia).
Precisamente por esos recelos contra Austen y la ‘literatura femenina’, me he encontrado a más de un lector (y también lectora) sorprendido por la calidad de esta novela cuando se ha atrevido a dejar a un lado los prejuicios y se ha sentado a leerla. Resulta sorprendente ver la manera en que grandes obras de la literatura y aceptadas como tales, como son las novelas de Austen o de las hermanas Brontë o la maravillosa George Eliot, se menosprecien muchas veces en la actualidad por estar consideradas como ‘literatura para chicas’.
Y es que las apariencias engañan. En el caso de Orgullo y prejuicio, aunque su autora y su protagonista sean mujeres, esto no significa que se trate de una novelilla escrita únicamente para entretener a las chicas de la sociedad decimonónica. La novela más conocida de Austen configura el retrato de una sociedad y en él se definen con ironía sutil las partes más íntimas y fundamentales del carácter inglés. Además, el minimalismo descriptivo que caracteriza a Austen transforma ese paisaje cotidiano en una historia atemporal que bien podría estar ambientada en nuestro siglo XXI.
Tal vez haya llegado el momento de revisitar ese término ya vacío de la ‘literatura femenina’.
María Xesús Lama: Opino que esa invisibilización es un claro ejemplo de la utilización fraudulenta del lenguaje, frente a lo que sostienen algunos académicos cuando hablan del lenguaje como pura convención. Si toda la historia se cuenta en masculino y se está hablando sólo de las acciones de los hombres, ¿cómo es posible que aceptemos que se está utilizando un masculino genérico? Por ejemplo, yo tengo alguna antología de poetas del 27, de los novísimos, etc. donde sólo se incluyen poetas hombres. ¿No deberían etiquetarse como «Antología de poesía masculina de la generación del 27», por ejemplo? O leo artículos donde se habla de los mejores autores de cualquier parcela y no se incluye a ninguna mujer, ¿por qué no se considera necesario especificar que se va a hablar sólo de hombres? Yo propongo que cuando se hable sólo de autores masculinos, se titule «los mejores autores hombres de novela negra», «la obra de los hombres en el teatro barroco». Cuando nos dicen que el masculino se utiliza como genérico, en muchas ocasiones se está obviando que realmente esa es la trampa: casi siempre el masculino en realidad se refiere sólo a la obra de los hombres. Por tanto, yo propondría utilizar el femenino inclusivo y, francamente, opino que no nos costaría mucho trabajo que el público lector se diese cuenta de que el femenino es realmente el genérico, mientras que el masculino es el ghetto. Eso pondría en su lugar toda la historia de la literatura, donde se habla siempre casi en exclusiva de la producción cultural masculina.
Herminia Luque: Que se hable de “literatura femenina” nos habla de dos fenómenos preocupantes. Uno, que no se ha normalizado la inserción de las mujeres en el campo literario (no hablo ya del “canon”, de la excelencia en las Bellas Letras, como se decía antes; este es otro asunto aparte). Las mujeres seguimos siendo un “tema”, una “parcela”, un “algo” sospechoso cuyos integrantes despiertan, de entrada, un enorme recelo. Cuando, en el conjunto de la población mundial, el porcentaje de mujeres es superior al 50%. Obviamente, las escritoras deberíamos ser un 50% o más del conjunto de personas dedicadas a las tareas de escritura. Y no es así. Poco a poco, es cierto, las mujeres vamos ocupando, en muchísimas parcelas (profesionales, políticas, de toda índole) un porcentaje mayor; es el fenómeno que yo he llamado, en algunos artículos, Feminización. Para que este sustantivo pierda el carácter peyorativo que arrastra (se habla de “feminización de la pobreza”, por ejemplo) y pase a describir dicho fenómeno: las mujeres ocupamos, ocuparemos el lugar que nos corresponde, que nos merecemos en esta sociedad. En la literatura también.
Dos: El adjetivo “femenino” remite a una esencia femenina, a un cúmulo de representaciones sobre lo normativo femenino, lo que significa tradicionalmente ser mujer, que no nos resulta válido. Lo “femenino” tiene connotaciones de suave, blando, débil, dulce, sentimental, inane… Las mujeres, entonces, deberían escribir sobre sentimientos, especialmente el amoroso. Y los hombres sobre todo lo demás… Una gran falacia.
La invisibilización de la escritura de las mujeres en el mundo actual es más que notoria. No hay más que irse a un suplemento cultural de un gran periódico tradicional y contar de cuántos hombres hablan y de cuántas mujeres; los hombres son una mayoría aplastante. Pero no hay que olvidar que la invisibilización tiene una poderosísima raíz histórica. Surge de una misoginia brutal que desvaloriza, minimiza, oculta la labor de las escritoras. Se ha producido, de un modo sistemático, una amputación de la memoria. Porque escritoras ha habido desde el origen de la literatura y se las ha borrado concienzudamente. Es una damnatio memoriae sistemática y aplicada con ahínco, hasta con delectación, diría yo.
Carmen Freixa: Bajo la etiqueta » literatura femenina» que se usa en muchos medios y en los círculos literarios y de creación cultural se está menospreciando y haciendo invisible a la gran cantidad de mujeres autoras en los distintos géneros literarios. Con esta etiqueta se quiere encasillar a las mujeres en producciones literarias de «cosas de mujeres». Y con ese menospreciativo «cosas de mujeres» el androcentrismo está calificando de un plumazo a toda la producción literaria femenina, salvo contadas excepciones que sirven, como ya se sabe, para confirmar la regla, de literatura menor.
La producción literaria de las mujeres ha sido inmensa y grandes autoras han destacado en todos los géneros. Desde el ensayo a la novela negra, pero las reseñas literarias siguen siendo mayoritariamente para las obras escritas por los hombres. Y a lo largo de la enseñanza, al igual que pasa con la creación musical, las autoras que se estudian son las grandes entre las grandes que el androcentrismo no puede obviar.
Y si a esta creación literaria se le añade el adjetivo feminista, la obra pasa inmediatamente, al igual que su autora, a ser considerada menor.
El estereotipo de que a las mujeres les gustan las novelas románticas continúa vigente hasta el punto de que las grandes operaciones de marketing a escala mundial las hemos visto con obras tipo las 50 sombras de Grey y sus secuelas o la saga Crepúsculo para adolescentes. Ambas un claro exponente del neomachismo que tanto gusta al patriarcado.
¿Cómo creéis que se trata actualmente en el ámbito de la enseñanza la literatura escrita por aquellas grandes mujeres de las que tanto beben las actuales?
Berta: No conozco en profundidad el ámbito de la enseñanza y la literatura, pero en mi limitada experiencia: no solo se necesita hablar más de aquellas grandes mujeres, sino también de por qué lo fueron, por qué lo siguen siendo y por qué han tardado tanto en ser valoradas como se merecen.
María Xesús: Creo que se está trabajando muy intensamente para recuperar el tiempo perdido. Sobre todo desde algunos sectores del profesorado. Pero obviamente es muy importante que se pueda facilitar ese trabajo con los materiales que genera el mundo editorial y para ello diría que está pendiente una revisión a fondo con perspectiva de género de los libros de texto, tanto de literatura como de lengua. En ese sentido me parece fundamental que se incorporen las nuevas generaciones a los equipos editoriales que elaboran o revisan los libros de texto. Por otra parte se necesita también una política editorial intensa para reeditar la obra de muchas autoras, que se están revisando ya desde hace décadas en el ámbito académico, pero que aún no están accesibles. Si los materiales no están accesibles es muy difícil que lleguen al ámbito de la enseñanza. En la parcela que yo conozco un poco mejor, que es la literatura hispánica del siglo XIX, hay muchos estudios hechos sobre los ejemplares conservados en la Biblioteca Nacional, o sobre materiales que se encuentran en la prensa de la época, en el mejor de los casos accesibles en los archivos digitales. Hay mucho material que se podría reeditar para tener una buena colección de novelas, teatro, poesía y cuentos de autoras del siglo XIX.
Por otra parte también creo que de las grandes autoras clásicas no sólo beben las autoras actuales, sino que en muchos casos bebieron sus contemporáneos masculinos silenciando la fuente o minimizándola. Ellas desde luego también en ocasiones actuaron como meras transmisoras de las convenciones sociales dominantes, también son testimonios de su tiempo, pero con frecuencia presentan visiones diferentes de ciertos aspectos para los que estaban más sensibilizadas por su propia experiencia. Y si actualmente se puede considerar que su obra dialoga en mayor medida con las escritoras que con sus colegas hombres es porque ellas hacen una investigación consciente de la genealogía cultural femenina y acceden a lecturas poco conocidas que para ellos pueden pasar más desapercibidas o son desconocidas. Esa búsqueda consciente de las escritoras actuales permite superar los vacíos de la historia literaria hegemónica y creo que contribuye a generar un estado de opinión para que ésta se revise y se actualice.
Herminia: En los libros de texto de la Educación Secundaria Obligatoria, el tramo de sistema educativo que mejor conozco, las mujeres están ausentes. De los de Geografía e Historia, de los de Lengua y Literatura, de los de Ciencias Naturales… No se han integrado contenidos adecuados, por ejemplo, sobre la historia de las mujeres, más que de un modo parcial y anecdótico. Como si las mujeres no hubieran existido a la par que los hombres en todas las sociedades que ha habido… Como si las mujeres no hubieran escrito, a pesar de las enormes imposiciones y los costosos peajes personales que muchas hubieron de pagar… También es cierto que, desde la práctica docente, se está haciendo cada vez más hincapié en la literatura escrita por mujeres y en la presencia de las mujeres en otros muchos ámbitos. Y se hacen actividades tendentes a la recuperación de la memoria de mujeres que contribuyeron a la cultura escrita. En mi centro educativo, por ejemplo, se han rebautizado las aulas con nombres de mujeres insignes, literatas como María Rosa de Gálvez, Inés Joyes y Blake, La Pensadora Gaditana, María Zambrano…
Carmen: La enseñanza sigue siendo un reflejo de esta sociedad patriarcal. Al igual que ninguna de nosotras puede recordar más de 6 nombres de compositoras, al alumnado actual si le dices que hay más de 6000 mujeres compositoras te miran pensando que debe ser una fake news o que le has puesto un cero de más al 6. Lo mismo sigue pasando hoy al estudiar literatura universal. Cierto es que hay muchos estudios que revisan los currículos escolares y denuncian esta ausencia, pero a estos estudios se llega cuando se está en la universidad y siempre que haya calado en ti lo de ponerte las gafas violeta para analizar la realidad a través de esa poderosa herramienta que es el Feminismo.
La sociedad sigue anclada en el si no se estudian autoras, compositoras, pintoras, etc. es porque no hubo. El estereotipo sigue ahí tapando el hecho incontrovertible de que la historia tiene, al igual que la política de los gobiernos que elaboran los planes de estudios, visión androcéntrica de la realidad.
La enseñanza aún nos transmite que hay unas cuantas mujeres que son grandes clásicas y entre ellas solo hay el desierto creativo. Y algunas de ellas son siempre presentadas como las parejas del gran literato, al igual que algunas grandes compositoras. Para cuando se descubre que algunos de ellos vivían de lo que ellas creaban ya estás en tu vida adulta. Y me gustaría reseñar que el papel de muchas mujeres que crearon cenáculos literarios en Europa ,que fueron muy importantes para el desarrollo de la creación, al igual que las grandes mecenas de la pintura, son las grandes olvidadas también.
¿Os consta que en las épocas en las que estas autoras desarrollaron sus carreras literarias existiera literatura feminista tal y como la conocemos ahora?
Berta: Pensando en Jane Austen y en las hermanas Brontë, por ejemplo, la literatura feminista la definían ellas en ese momento. No se trata de esa literatura tal y como la vemos ahora, porque es necesario contextualizar lo que representaban y cómo veían el mundo, pero fueron mujeres que se atrevieron a volcar sus ideales y formas de entender la realidad en sus novelas.
María Xesús: Nada puede ser tal y como lo conocemos ahora, porque la realidad sociopolítica y las mentalidades evolucionan, y creo que las diferentes épocas históricas no son equiparables. Pero por supuesto que existía literatura hecha por mujeres con intención reivindicativa. Donde hay opresión, hay contestación, y desde el momento en que algunas mujeres tuvieron acceso a la cultura y a la escritura es plausible que esa contestación se haya formulado por escrito y parcialmente en forma literaria. Estamos descubriendo muchos materiales que habían quedado en el olvido, silenciados por las autoridades culturales que sancionan el cánon, y muchos más que se habrán perdido y ya nadie podrá descubrir nunca. O que no pudieron llegar a publicarse en su momento y, si alguien los encontró a la muerte de su autora, no pensó que sería interesante conservarlos, sino con frecuencia al contrario: que no deberían salir a la luz. Aún así, cuando se busca, con frecuencia se encuentra.
Herminia: En la literatura española solo se puede hablar de conciencia feminista en el siglo XIX, especialmente a partir de la segunda mitad. El ejemplo paradigmático es Emilia Pardo Bazán (1851-1921), que reunió en sí las facetas de escritora brillantísima y pensadora y activista feminista de primer orden. Pero era una rara avis; a veces se sintió en completa soledad en sus denodados esfuerzos por denunciar la situación de las mujeres, otras veces la ningunearon hasta límites increíbles (la negativa a que entrase en la Real Academia Española es solo la punta del iceberg misógino…).
En el siglo XVIII, con respecto a las escritoras ilustradas, no podemos hablar de feminismo sin caer en un grave anacronismo. Pero en todas esas escritoras, de Josefa Amar y Borbón a María Rosa de Gálvez, de Rita Caveda a Inés Joyes, de Rita Barrenechea a la marquesa de Fuerte-Híjar, hay dos convicciones fundamentales: la igualdad de aptitudes morales e intelectuales entre hombres y mujeres, y la idea de que la educación es la fuente de perfectibilidad de la persona humana por excelencia. Igualdad y educación, esas eran sus reivindicaciones; expresadas, eso sí, con mayor o menor grado de vehemencia.
Carmen: Las obras literarias creadas por mujeres no tienen por qué ser feministas. Pero creo que podemos situar, sin temor a equivocarnos, el primer escrito feminista cuando Olimpia de Gouges redacta la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana. Que siempre pasa desapercibida en la enseñanza de la historia…
En el siglo XVII tenemos a las Preciosas francesas que son ridiculizadas, ¡cómo no!, por Moliere y por Quevedo y que hay que vindicar porque en sus círculos literarios germinaron las ideas de igualdad que reclaman. Se convierten en tertulias de influencia política y en un movimiento social y corriente intelectual importante que germinará en distintos lugares de Europa con distintas fórmulas. Una gran autora de esta corriente de Las Preciosas fue la británica Mary Astell. Como buena Preciosa defendió la alfabetización de las mujeres. Hoy la calificaríamos de gran polemista. Sus debates filosóficos fueron muy relevantes.
Eso nos demuestra que con la literatura con perspectiva feminista pasa lo mismo que con la perversa idea, repetida hasta la saciedad, de «la incorporación de la mujer al mundo laboral», que borra de un plumazo el trabajo de las mujeres en todos los siglos hasta entrado el siglo XX.
Como periodista me gustaría reseñar a una española que podemos considerar la primera periodista profesional. Fue activista y escritora de la Generación del 98. Otra generación literaria que se estudia sin mujeres. Cuando hubo muchas y muy buenas. Es la primera corresponsal de guerra, un ámbito en el que aún hoy solo se piensa en hombres. Su creación literaria, ensayo, crónicas, novelas, etc. es ingente, pero ahí está: borrada de los libros de enseñanza. Como les pasó a muchas, utilizó diferentes seudónimos, entre ellos el de Colombine, que hacían que socialmente fueran percibidas como hombres para ser tomadas en serio.
Por último, me gustaría remarcar que cuando las autoras irrumpen en la novela negra y policíaca hay un antes y un después que luego se lanzan a imitar los autores. Las autoras incorporan a estas novelas la vida cotidiana de las y los protagonistas detectives, policías, etc.
¿Con qué avatares habéis tenido que lidiar en vuestra labor de recuperación y presentación de aquellas grandes autoras al público actual?
Berta: En realidad, es más un ejercicio de insistencia. En el caso de las escritoras inglesas, éstas son conocidas y tienen su lugar en esa lista de clásicos. Sin embargo, en cuanto salen a colación, siempre surge alguna sonrisa despectiva o comentario insolente que las desprestigia, que les resta importancia. Se las suele etiquetar de literatura menor, de historietas para entretener a las chicas. Por eso, para mí es muy importante no dejar de hablar de ellas, de mencionarlas, de insistir para que la gente siga descubriéndolas y admire su trabajo. Y, por supuesto, seguir leyendo. Leer el trabajo de tantas mujeres que, de forma consciente o no, siguen peleando por desmantelar las etiquetas caducas.
María Xesús: Básicamente con la dispersión, el escaso cuidado en la conservación o la ausencia de materiales, y también con la visión deformante de las figuras autoriales o incluso la lectura excesivamente biografista de su obra.
Herminia: Fuera del ámbito académico, el interés por las escritoras olvidadas es bastante escaso. No inexistente, como hace un par de décadas, pero sí bastante débil. A nivel de edición, hay editoriales que sí le prestan una decidida atención, como Ménades y otros sellos editoriales, algunos con colecciones dedicadas a ello desde hace bastantes años. Y sin embargo acercarse a la publicación parece a veces llegar al borde de un acantilado o tocar el arpa: cosas peligrosas o dificilísimas… Parece haber un consenso en la idea de recuperar a escritoras “olvidadas”, pero faltan proyectos con un sólido respaldo económico, y unos canales de difusión también convenientemente remunerados.
Carmen: Creo que a lo largo de mis respuestas han quedado dibujadas algunas de las vicisitudes con las que te encuentras cuando quieres transmitir el gran legado literario de las mujeres.
La principal es esa idea de que las mujeres son la excepción en la creación literaria, lo que ha borrado de un plumazo a todas las mujeres que a lo largo de los siglos han creado literatura. A ello ha contribuido también esa idea perversa que sitúa a las mujeres como las grandes transmisoras de la tradición oral, lo que las deja fuera en el imaginario colectivo del mundo de la creación literaria. De las grandes y magnas obras que sólo pueden ser creadas por los hombres.
La segunda sería la de que las mujeres escriben de «cosas de mujeres» como si lo que interesa a las mujeres fuera siempre de poca importancia social, económica, política y cultural.
La tercera sería ese mito del «amor romántico» y sus distintas versiones modernizadas.
Y también hay que fijarse en ese dedo androcéntrico que las señala y las coloca fuera de los ensayos filosóficos, políticos, económicos…
Las grandes autoras pueden ser cuestionadas rápidamente y marginadas del aplauso general, que es siempre dominado por los hombres, en cuanto se posicionan públicamente en defensa de las mujeres, como le ha pasado a J K Rowling. Los grandes autores masculinos, aun siendo grandes acosadores sexuales, incluso pederastas probados, siempre son defendidos con la canción de » hay que separar al autor de su obra».