Es, como todas las últimas noches de pólvora,
mi rostro un grabado de Goya:
el grito escondido bajo dibujos oscuros
que no son capaces de cordura ni moral.
Mis ojos desencajados pierden en los raptos
cada señal de mis aliados desorientados,
mis ideas son una boca descolocada,
me rodean cuerpos desfigurados por heridas de bala
de los que cuelgan ramas secas de una guerra
con hedor a sangre recién nacida y azufre.
Al conseguir salir del boceto, me pregunto
de qué me sirve la prudencia y la sensatez
si todo aquello que la existencia me presenta
no sigue ninguna regla lógica que explique
el temblor de un cuerpo, los latidos de la fe.
GUDRUN PALOMINO